jueves, 21 de enero de 2016

Dos veces al mes

Definitivamente el mejor momento del domingo era llegar a su casa y ser recibido entre abrazos y golosinas. Sentir ese olor tan peculiar en su cuello equivalía a contar con seguridad y plena libertad, además de un oído atento que nunca enjuiciaba. Ahora que lo pienso, pareciera que la palabra NO estaba prohibida en casa del abuelo, a menos que fuera para decirle a mi papá que NO me hablara de tal manera o NO me castigara por tal o cual insignificancia.
Aunque sólo ocurría cada 15 días, los momentos que vivía sentado en sus rodillas me acurrucaban hasta la siguiente ocasión en la que el mundo se reducía a 200 m2. Doscientos metros cuadrados en los que mis deseos y los de mis hermanos eran órdenes; donde cabía un desierto, el ancho mar, una campo de guerra, la selva amazónica, una pista de carreras, una campo de beisbol y un ring de luchas, en el cual el mejor referí siempre fue ese venerable anciano con aroma a Jockey Club y carcajadas resonantes.
No cabe duda que la gente mayor tiene la sabiduría de este mundo, pues para cada enigma, acertijo, conflicto, mal de amores, negocio y hasta adelanto tecnológico, siempre tenía una respuesta adecuada, además de tener siempre un as bajo la manga y contar los chistes más divertidos.
Gracias a tan infinita sabiduría he triunfado en asuntos financieros, amorosos, fraternales, genitales, pornográficos, religiosos y quien sabe que tantos otros de los que seguramente el abuelo tiene memoria, vaya memoria que tiene el viejo, lo recuerda todo y mejor aún, lo predice todo. Palabra por palabra he visto cumplidas sus chingadas profecías, las cuales me han hecho reír, llorar y cagarme en los calzones. Aunque siempre con buen humor, si algo tiene ese señor es buen humor; y buen ritmo, pues para todo tiene una canción, generalmente una gran canción.
Siempre le ha gustado la buena música y no repara en gastos, para solicitar a cualquier persona que cambie la música que está escuchando, no sé cómo lo hace, yo he intentado en incontables ocasiones y en absolutamente todas termino haciendo alguna pregunta estúpida para no decirle al tipo o tipa. QUITA ESA MUSICA DE MIERDA ¿NO TE REVIENTA LOS OIDOS? Viejillo cabrón. Todo mundo le hace caso y hasta le dicen “si señor”.
Con mi abuelo el tiempo no dura igual, he visto a su lado muchos, muchos partidos de futbol, y juro por él, que unos duraban 20 minutos y otros como día y medio aprendí mucho de futbol y de la vida viendo partidos con el viejo y por lo menos puedo putear al televisor o aplaudirle igual que él, eso sí que me sale, en ocasiones hasta lo hacemos al mismo tiempo. Como cuando le mentamos la madre a Juan Ángel Paredes por fallar ese gol contra el Santos en la semifinal. Como pudo el muy pendejo.
La verdad nunca he sabido cuantos años tiene mi abuelo pero desde que lo conozco y hasta hoy luce exactamente igual, hace las mismas cosas y maneja a voluntad sus achaques según le convenga. Tratándose de bailar, jugar con nosotros, chupar, salir a correr, echar pasión con la abuela o cualquier cosa se signifique diversión el abuelo tiene la fuerza y la energía de un jovencito. Pero que tal a la hora de hacer limpieza, llevar a la abuela a algún lado, ir a comprar algo al súper o cualquier otra cosa que represente trabajo o aburrimiento. Se encorva, camina arrastrando los pies, le duele espalda y hasta le sube la temperatura. Cualquier actor, seguro envidiaría esas habilidades.
No entiendo porque mi papá se caga tanto con su papá. Que no lo ayuda, que no se interesa en su vida, que para todos lados lleva a la abuela, que se comporta como un adolescente, que nos permite todo, que si patatín que si patatán. Creo que mi papá debería ser un poquito más como el suyo, en fin que diga misa, siempre y cuando no faltemos a nuestra cita quincenal con mi chingado abuelo.
Debería ser más seguida esa cita, no se… diario o por lo menos cada domingo, cada vez me cuesta más trabajo salir de esa casa. Al final del día sólo un fuerte abrazo, muchos besos, un par de monedas y la firme promesa de vernos dentro de dos domingos, resulta el único consuelo para la irremediable partida. En serio le agradezco que no le haya permitido a mi jefe que saliéramos a escondidas o con engaños, odiaría haberme perdido esos besos, esos abrazos y esos ahorros que tanto me han servido.

En estos días parece que el tiempo no camina en casa del abuelo, sigo comiendo golosinas y eligiendo la programación de la tv., escucho algunos buenos consejos aun sentado en sus rodillas y de vez en cuando me saca de un problemilla financiero; su botella de Jockey Club sigue con la loción al ras de la etiqueta como hace más de 30 años y por supuesto su cuello sigue despidiendo ese inconfundible aroma, el cual todavía llevo en el olfato y aun me llena de paz durante el interminable lapso de quince días.