martes, 27 de diciembre de 2011

Me resisto a creer


Un día más en este sofá, en compañía de mi madre. Mis hermanos van y vienen pero mi madre y yo somos firmes, pues mi padre aún no llega y nos mantiene en está interminable espera.

Que tipo ha sido mi padre, un hombre recto; bastante bien parecido; mal encarado pero muy simpático; me hace la tarde verlo quitarse el sombrero después de atravesar por esa puerta que casi llena por completo. Su férrea disciplina, llega a pasar desapercibida cuando finjo estar dormido y él me besa para desearme buena noche o cuando orgulloso me despeina sin decir palabra alguna. Por supuesto que puede resultar trillado pensar que cuando sea mayor no me gustaría otra cosa que ser igual a él, y a pesar de ello ese es mi único deseo, tal vez sea por eso que no puedo quitarle la vista de encima cada vez que se encuentra cerca de mí y que no pueda sacarlo de mi cabeza cuando no está.

Mi madre, que es una gran señora, tan recta como el hombre de mi casa, me reprende cada que contempla una fotografía familiar, en la que invariablemente y a pesar de estar en primer plano, aparezco con el cráneo dado vuelta, mirando el rostro de papá. Según dice mi madre, se trata de una mala conducta, de ninguna manera digna de un infante de mi categoría, de nuestra categoría, además de no comprender el por qué de tan equivocada conducta.

Al parecer nunca podré explicarle la razón de tales sucesos, pues para ella sería necesaria una idolatría igual a la que se le profesa a Dios, para llevar a cabo un comportamiento semejante. Parece que tiene la respuesta en sus manos, aunque le resulta tan obvio, que lo descarta por completo. Tal vez sería tanto como una blasfemia.

He perdido algunos recuerdos de él,  aunque la ilusión de verlo parado junto al perchero colgando su sombrero, es la misma de todos los días. No resisto las ganas de correr hacia la puerta en cuanto lo escuche y quedar congelado, como siempre, a un metro de distancia de sus piernas, que ponga su mano sobre mi mejilla y continúe su marcha hacia el tocadiscos. Su música es un poco extraña, pero es música para mis oídos.

Por fin la espera terminó, aprovechando los anuncios y sin piedad alguna, mis hermanos me informaron que mi padre no tocará más sus discos de música extraña ni volverá a despeinarme al sentirse orgulloso de mí.

Cómo puede ser posible...

Viendo tv en un sofá, en compañía de mi madre, me tomó por sorpresa la muerte de mi padre. Yo que siempre estuve tan atento de su presencia. No poder creerlo sería falso de mi parte, pero es que… No puedo creerlo. Hace ya 30 años de eso y sigo aquí, en el mismo sofá, acompañado de mi madre.

jueves, 15 de diciembre de 2011

por que le sigo yendo al América


Dice Jorge Valdano, palabras más palabras menos, que el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes. Y creo que tiene razón. Al ser un deporte que para ser jugado sólo requiere talento y pasión, ha podido llegar a los lugares más recónditos del planeta para despertar, precisamente, las pasiones más suigéneris, traspasando las barreras de la cordura y la razón. 

Y la pasión por un equipo de fútbol puede llegar hasta tales magnitudes. No importa si es de tabla alta, media o baja, es tu equipo y se acabó; lo que pueda hacer cada domingo dentro del rectángulo es lo que importa. Te hace llegar los lunes altivo o cabizbajo, te hace perder o ganar grandes fortunas o humillaciones, te hace hablar tu mejor discurso en los grandes debates, desarrolla tu capacidad analítica y te ilusiona toda la semana hasta que vuelve el domingo. 

Hace ya algún tiempo que mi equipo no me hace sentir casi ninguna de las anteriores, ya ni siquiera la rabia de verlos perder ante el acérrimo rival, pues el ver volar las cenizas de un ave que volaba muy alto, no trae más que una lisa y llana decepción, ni más ni menos.

Entonces, por qué le sigo yendo al América; a un equipo que ha hundido a su afición en la más peligrosa de las depresiones, a un equipo apetetado, anodino, que sale a todo menos a jugar fútbol, que privilegia el negocio y deja en segundo término el fútbol, el que ahora parece todo un fiasco, digo parece, porque a pesar de lo anterior, le sigue poniendo sabor al caldo. 

El América es “El equipo”. El equipo a vencer, el más odiado, el que gana con una derrota los titulares de los periódicos, el que está en boca de todos, el que no puede faltar. Sin importar cómo juegue, el Club América es noticia, ya sea por un logro o un fracaso, por un alta o una baja, por una pifia o un chispazo. 

Me ha encantado como sus principales detractores le ruegan al ser supremo que terminen ya, y de una vez por todas, los peores días de su némesis, pues los análisis se tornan cada día más aburridos si se deja de hablar del América, ya sea por haber ganado con la ayuda del árbitro o tener algún arreglo con alguno de sus hermanos menores; por alguna contratación “bomba” o simplemente porque han dado cátedra del juego, como en los viejos tiempos.

Cómo dejarle de ir al equipo que da vida al fut nacional, el indispensable, el que puede provocar todo menos indiferencia, el que desde pequeño me ha obsequiado muchas de las mayores alegrías de mi infancia y de mi vida, además de las mejores rabietas y berrinches que he protagonizado —desde lanzar injurias hasta destrozar cosas varias—, tras campeonatos, bicampeonatos, tricampeonatos; finales perdidas; goleadas en los clásicos, a favor y en contra; jugadores leyenda y verdaderos fiascos, tanto nacionales como extranjeros, con vistosos uniformes, con espantosos uniformes, con Cuauhtémoc Blanco, con Inolvidables momentos junto a mi papá y mis amigos y ahora con mi hijo —quien será testigo de cómo surge el ave de entre sus cenizas—, momentos que no podría compartir con ningún otro equipo. Americanista nací y chiva, azul, puma, o qué más da cualquier otro, moriré, pues no permitiré, bajo ninguna circunstancia, que muera algún americanista.

Además, como bien dice Eduardo Galeano: “En su vida, UN HOMBRE puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”. 

“Vaaaaaamos, vamos Améeeeerica, que esta taaaaarde tenemos que ganar”.

jueves, 31 de marzo de 2011

Bici, auto, microbus



Por supuesto se trata de una disyuntiva, qué usar, cómo viajar, cómo llegar, a qué atenerse, qué representar. Puta, que problema puede representar decidirse por alguno de los medios de transporte, porque por otro lado está que la comodidad, el calentamiento global, la obesidad, que la moda, el status, el estrés, la güeva y muchas otras barbaridades que si bien no nos vuelven locos si nos podrían devolver un poco de la cordura, de aquellos días en que escoger un medio de transporte dependía sólo de la decisión de nuestros padres o tutores.

Claro que esa decisión estaba influenciada por la moda, el estatus, etc., bueno el calentamiento global y la obesidad no, pero todo lo demás estaba presente, pero esa era broca de ellos. Nosotros nos limitábamos a subirnos en donde ellos dijeran y listo, nada más que resolver.

Pero ahora, tenemos que decidir entre tantas situaciones tan incomodas y frustrantes todas ellas, que al final nos encantaría decidir no decidir; pongamos mi caso... no, mejor no lo pongamos, pues puede resultar tan común que pudiera ser el caso de cualquiera, de cualquiera que se alista por la mañana, tarde o noche para salir a algún lugar y se encuentra con que como siempre, el micro se tarda más de los 6 min. De rigor, tal como lo indica el gran matemático que lo espera en la esquina, en la que a cambió de una moneda le hará las recomendaciones pertinentes.
—échale mi rey que acaba de pasar el cananas y llevas al tortas a 7.
No sin antes intercambiar recuerdos de la fiesta del sábado, la cual como siempre se puso re buena aunque terminó a madrazos.

Por fin logras abordar la unidad después de toda la gente que llegó posterior a ti a la parada, pero que abordo antes, gracias a la caminata que hicieron hasta media calle antes del punto indicado para subir al transporte, pero los dioses y tu horario te permiten de igual manera ocupar un asiento del expreso del terror. Una vez instalado, buscas tus audífonos para escuchar la excelente programación de tu i pod pero te lamentas 50 veces por haberlos olvidado, ahora tienes que soplarte la jocosa variedad de “laaaaa Z. Salvajemente grupera”. Una hora más tarde, justo a la mitad del trayecto escuchas una voz que dice:
—ay te va el de la fortuna.
Al tiempo que rocía, con un atomizador lleno de una sustancia rosa, azul o amarilla, una fragancia que provoca desde estornudos hasta fuertes nauseas, por lo que decides echarte una pestañita para evitar las secuelas del olfateo de tal perfume. El sueño ha venido a ti como caído del cielo, aunque justo antes de estar casi profundamente dormido, un desfile de productos, anunciados como si debieran escucharse a un kilómetro de distancia, irrumpe en aquel bendito sueño, ni hablar, no era el tiempo de recuperar esas tan valiosas horas de sueño.
Como premio de consolación, adquieres alguno de los productos responsables de tu insipiente insomnio, haciendo a su vez un pequeño recorte en el presupuesto del día, además ya sólo falta media hora para llegar a tu destino, media hora que se comienza a alargar como si fuera medio día, a consecuencia de un par de descomunales nalgas que osaron introducirse en un pequeño hueco de aproximadamente 15 cm. Que había entre tú y tu guapa vecina de asiento, de ese asiento largo que es para cinco pero generalmente ocupan cuatro a pesar de las recomendaciones del tripulante.

—servidos jóvenes.
Por fin escuchas aquella frase que pone fin a tan espantoso calvario, por fin haz llegado a ese tan ansiado destino, el cual indicaba ese letrero verde y rosa fosforescente que decía METRO CUATRO CAMINOS. Por fin haz llegado al final de la primera parte, ya sólo te faltan 9 estaciones de la línea 2 del metro.
—Chingada madre por qué no tendré automóvil.

Perdónalos señor pues no saben lo que dicen, figúrate, desear el tormento de viajar en auto. Uno podría pensar que el cómodo sillón, la programación personal de música, el olor a ROYAL PINE, la agradable compañía, el aire acondicionado y la libre elección de la ruta no podrían incomodar en lo más mínimo al afortunado poseedor de tan maravillosas comodidades. Por supuesto así sería si no existieran otros cuantos millones de afortunados poseedores de tan maravillosas comodidades, a los que estúpidamente se les ocurre salir a la misma hora que tú.

Así es, 6 min. Después de que haz salido de la paz de tu tranquila colonia, encuentras a esa bola de desadaptados que han tenido a bien salir tantito tarde de su vivienda, así que no puedes levantar los 100 Km./h en los 6.7 segundos que indica el manual, pero sigues en tu cómodo sillón, escuchando tu MP3 de puras padres, aspiras el agradable olor a ROYAL PINE, estás a punto de recoger esa compañía que hace el camino más corto, sientes el leve aire acondicionado que evita cualquier tipo de sudoración y todavía estás a tiempo de tomar ese atajo que sólo tú conoces.
—hola, otra vez te tardaste.
Te saluda tu compañero de viaje que acaba de abordar el vehículo y al parecer no se alcanzo a percatar de la fila de 2.5 Km. Que hiciste antes de llegar al punto de reunión, pero que importa, siempre ayuda una amena plática a suavizar los momentos difíciles, como esa hora en la que no haz pasado de los 25 Km./h y la charla se comienza a tornar reiterativa, dando paso a la entonación de aquella buena música que los acompaña, pero justo en medio de tu canción favorita y de una de tus mejores interpretaciones, un chiquillo con aptitudes felinas salta de nalgas al cofre de tu auto y botella en mano, haciendo caso omiso de tus negativas, limpia tu parabrisas, así que además de cortarte la inspiración le tienes que entrar con una lana, de la cual reniegas profundamente pero le tienes reservado un lugar estratégico para su pronta localización.

Después de aquel estresante incidente respiras profundo para retomar la calma y sientes una vez más ese agradable aroma, que para entonces empieza a resultar molesto, así que bajas la ventanilla al tiempo que lanzas un pequeño comentario a tu acompañante, el cual no responde porque se encuentra dormido, subes el volumen con perversas intenciones aunque pobres resultados. El alto volumen te hace descubrir que tu CD ha dado ya una vuelta y tú conoces perfectamente el orden de las canciones, pero estás a punto de tomar tu atajo y eso te anima a dejar correr la música.

4 min. Después de un trayecto libre, descubres que algunos otros miles de conductores han descubierto tu atajo y decides que es hora de poner la radio pues ya te sabes el repertorio musical y ha empezado a traer el aburrimiento, aunque en realidad te haz lanzado en busca del reporte vial y en el transcurso confirmas lo mala que puede llegar ser la radio que se escucha estés donde estés.

Parece que ya no queda nada pues el cómodo sillón comienza a hacer estragos en tus riñones y al parecer falta aún media hora de camino. Pero no todo está perdido, vas en tu auto, puedes fumar; no traes cigarros pero justo en ese momento una señora con su hijo a cuestas llega hasta tu ventanilla a ofrecerte tus cigarros favoritos, compras 2 para que aguanten lo que falta, enciendes uno y justo cuando le vas a dar la tercer calada despierta tu copiloto para pedirte que lo apague, pues el humo no le permite continuar en los brazos de Morfeo.
—Chingada madre me hubiera ido en metro.

Vaya dilema no quisiera estar en los zapatos de ninguno, pero debe haber una solución.
¡Una bici! claaaro, porque no, más saludable, evita el tráfico, la contaminación, los ambulantes, las malas compañías, las nalgas ajenas en las piernas, la música desagradable, es baratísima y además cuánto me puede llevar el trayecto de 20 km. Que hay de mi casa al trabajo.

lunes, 7 de marzo de 2011

Pago de deudas


El adquirir deudas es una actividad cotidiana, en la que el deudor se beneficia de manera inmediata y adquiere el compromiso de pagar el precio posteriormente. Este compromiso debería ser firme y serio, pues el acreedor cree como firmes y serios los motivos del deudor para adquirir la deuda.

He dicho debería porque a mi parecer no es así.
En un libro de autoayuda, de esos que hace un par de años juraba rotundamente nunca leería y que acabo de leer, afirma el autor, Tony Robins, que la vida te dará cualquier cosa cuyo precio estés dispuesto a pagar, pero generalmente uno está dispuesto a pagar precios al alcance del menor esfuerzo. Una vez leído lo anterior, atacado por la euforia de nuevas ideas creí que estaba totalmente en lo cierto, como dijeran Lucas y el Chaparrón, aunque unos días después, reflexionando un poco, pensé que en realidad no se está tan dispuesto a pagar por los deseos, ni los más sencillos ni los más fervientes, de tal manera que no se hace un compromiso ni firme ni serio para pagar todo aquello que uno ha obtenido y está por obtener.

Me refiero en general porque tengo la impresión de que la gran mayoría se encuentra en dicha situación, pues hay muy pocos que al estar dispuestos, pagan el precio y obtienen exactamente lo que pidieron, por lo cual consideran que el precio valió la pena. Pero fuera de esos pocos, estamos los demás, los que en el afán de tener y pensar que lo merecemos todo por nuestra linda cara, adquirimos un montón de deudas que se vuelven imposibles de pagar y no me refiero sólo a tarjetas de crédito, tenemos deudas sentimentales, laborales, personales, profesionales, sociales; adquiridas casi todas de manera inconciente.

Por lo tanto, vivimos pensando que la vida no alcanza para pagar por aquello que tanto anhelamos, sin darnos cuenta que existe una forma de reestructurar las presentes deudas tanto para pagarlas como para invertir en aquello que consideramos impagable y principalmente adquirir conciencia de que para obtener lo deseado sólo hay que comprarlo, de contado o en plazos y el costo generalmente viene en renuncias, en replanteamientos, en riesgos, en tolerancia, en trabajo arduo, en disciplina y en algunas ocasiones en pesos o euros o el circulante en turno. Sólo hay que mirar con atención la etiqueta para conocer el precio adecuado, así sabremos si nos alcanza, o si debemos hacer algo más para juntar el monto de esa cosa que, con tanta pasión, queremos.

Entonces, reestructuremos, cambiemos la percepción para captar el monto adecuado de aquello que deseamos; miremos desde otro ángulo las grandes ofertas y descuentos de todo aquello que hemos decidido es imposible tener. Reprogramemos el presupuesto para no gastar exorbitantes sumas en nimiedades y ahorremos para tener la tranquilidad de haber pagado las deudas.

En una desas



Las últimas noticias.
Egipto es tomado por una multitud inconforme que vandaliza las calles con fines de lucro.
Que a toda madre.

Ni en mis más revolucionarios e ilusos sueños de juventud, imaginé que iba a ver algo por e estilo. Gente de veras cansada de tener el dedo en el culo gritando y protestando con lujo de violencia. Yo tenía referencia de que unos ñores de la edad de mi papá, en su loca juventud, por ahí de los setenta, trataron de sacarse ese dedo vengador; también recuerdo un movimiento que comenzó a balazos en el sureste Mexicano como a mediados de los noventa y luego decayó en general, dejando como legado una megamarcha pacífica y grandes, pero olvidados, discursos, ah y antes de lo de las 3 culturas, en todo el mundo, un montón de greñudos todos drogados cantaban para pedir paz y amor, todos con fines de lucro. El éxito de los anteriores y de muchos otros intentos por redecorar el mundo ha sido muy relativo, si bien se han logrado avances interesantes y significativos, en general el orden se ha restablecido con bastante rapidez y todo ha vuelto a su divina normalidad, dejando saldos de un chingo de gente muerta a raíz de la pacificadora y apaciguadora violencia.

Pa mí, ha faltado violencia, y violencia explicita, escandalosa, una buena gritería acompañada de dos o tres buenos chingadasos que dejen bien asustado al cabrón que nos anda picando el orto; que le dejen bien claro que no nos gusta, y que si lo vuelve a intentar se topará con un desmadrito parecido, y no hablo en sentido figurado, no hablo de explotar el arte, el trabajo o la honestidad como modelo o analogía de la fuerza del pueblo, celebro lo que el medio oriente está demostrando a los gobiernos y sus sucesores y ojala también a unos cuantos ciudadanos que colaboran con la picazón de cola.

Pero bueno, siempre hay un inconveniente.

¿Cuál es el inconveniente? La falta de huevos. Huevos para hacerlo y huevos para responder ante las eminentes contrariedades que provocan las actitudes incivilizadas; para salir por esa puerta, evidentemente abierta, que conduce a la propiedad y control de la vida ¿cuál es el inconveniente? La falta de huevos para voltear a reconocer al que se encuentra detrás y huevos para distinguir si tal vez ese dedo está hecho a la medida, pues embona perfecto y quizás hasta me gusta, me gusta que me estén picando el culito, pues parece más fácil estar hincado y haciendo gestos. Aunque si el inconveniente no es tan inconveniente en una desas cambiamos la cosa.

lunes, 21 de febrero de 2011

Se depende...



Open mind es una frase que he escuchado en repetidas ocasiones durante todas las etapas de mi desarrollo, y durante todo ese tiempo, al escucharla, siempre hice alusión a gente que no le espanta el sexo o las groserías, en alguna ocasión también llegué a considerarme muy “open maind”, porque no me espantaba ni el sexo ni las groserías y hasta era capaz de hacer pendejadas en la calle a plena luz del día, bueno eso lo sigo haciendo.

Con el paso de los años y las experiencias acumuladas, me he dado cuenta que la frase open mind se refiere a otra situación. Continuando con la entrega de hablar por hablar y del uso y entendimiento incorrecto de las palabras, ahora creo que ser una persona de mente abierta significa ser alguien que tiene la capacidad, precisamente, de abrir la mente para ubicar los sucesos en el lugar y tiempo justos, para poder hacer un juicio más atinado, es decir, una evaluación más conciente y menos prejuiciosa de los acontecimientos; tener la capacidad de tomar en cuenta las diferentes variantes del mismo hecho, ubicado en contextos diferentes para poder reaccionar de la manera más favorable y, sobretodo, constructiva posible.

Generalmente tenemos una idea, y solo una, a cerca del funcionamiento del mundo y la vida, así, nos basamos sólo en esa creencia para reaccionar y justificar nuestro comportamiento, teniendo con ello una percepción bastante limitada y un estado generalmente inconciente de nuestras reacciones. Al parecer no somos tan concientes de nuestra existencia.

Cuando ves a una pareja de perros copulando en la vía pública puedes inquietarte, alegrarte, por que no ruborizarte, desentenderte, tal vez alarmarte y quizás excitarte. Si haz elegido alguna de las anteriores, es casi seguro que las demás queden descartadas completamente, de esa forma descalificas rotundamente las otras reacciones que en algún otro contexto podrías llegar a tener, pero que son igualmente posibles y reales.

Que no puedes inquietarte, alegrarte, ruborizarte, desentenderte, alarmarte o excitarte… pues se depende, como diría mi holandesa cuñada. Aléjate un poco de aquel primer pensamiento que tuviste y sitúate en la calle, con tu hijo de la mano, preguntándote —¿qué están haciendo los perritos? Tal vez llegues a inquietarte. Con la misma pregunta, si eres miembro honorario de Familias en Cristo tal vez te ruborices o escandalices. Si vas escuchando música y pensando en la inmortalidad del cangrejo, tal vez ni te des cuenta. Si eres seguidor del porno zoofílico, tal vez te excites, etc. Y digo tal vez porque existe la posibilidad de que aún en esas circunstancias te pase exactamente lo contrario o no te pase absolutamente nada.

Que no estas en cualquiera de las anteriores situaciones, por supuesto que no, pero podrías llegar a estar y aunque nunca lo experimentaras físicamente y en tiempo real, podrías abrir la mente para poder recrearlo y ubicarlo empáticamente, así tendrías otro contexto de la situación y por lo tanto una nueva opinión que te lleve a una reacción conciente.

Poner o sacar de contexto las distintas posibilidades, es lo que hace la diferencia. Abrir la mente para hacer concientes tales posibilidades también hace la diferencia ¿cuál es la diferencia? la conciencia o inconciencia de los actos y la responsabilidad —la capacidad de dar respuestas a las consecuencias de dichos actos— que logremos ofrecer por nuestro comportamiento. Entre más concientes más control podemos tener de las distintas situaciones. Para recetar la medicina hay que saber que es lo que se tiene que curar.

Y después de todo ¿soy una persona “open maind”? No lo creo ¿Quiero abrir mi mente al máximo para concienciar y responsabilizar mis actos? definitivamente. 

Bueeeno, se depende...

lunes, 14 de febrero de 2011

Hablar por hablar


Según la Real Academia Española de la lengua española, la palabra “Desear” significa:

Aspirar con vehemencia al conocimiento, posesión o disfrute de algo.

Aunque me he percatado que las acepciones que generalmente usamos son otras. En lugar de aspirar con vehemencia al conocimiento, la posesión o disfrute de algo, renegamos por todo aquello que no tenemos y a ese acto negativo y nefasto lo llamamos desear. Aspiramos, sin convicción alguna, a cosas que alguien nos sugiere, haciendo caso omiso a los genuinos deseos que llenan nuestra existencia. Estamos absortos “deseando” irrealidades, que desviamos la atención de aquello que si poseemos, de todo aquello que puede ser la mejor herramienta para formarnos tal como queremos, de llegar a hacer lo que realmente deseamos, pero creemos inalcanzable debido a todos esos “deseos” negados, los cuales, por su reiterativa frustración, nos crean la ilusión de que todo aquello a lo que aspiramos con vehemencia es irrealizable. 

Cuando te llegan las cuentas y la lana no te alcanza “desearías” NO estar en esa situación, pero sólo refunfuñas y reclamas por la mala suerte o fortuna, no aspiras con vehemencia a organizar tus finanzas para poder salir de tal situación.

Cuando te encuentras una lámpara maravillosa y el genio te pregunta qué deseas, respondes con la entera seguridad de que lo deseado aparecerá mágicamente frente a ti, por tal motivo te tomas un tiempo para pensar en lo mejor que podría aparecer frente a ti en ese instante, y posteriormente formulas tu deseo.

Desear como si se tuviera en frente al genio de la lámpara maravillosa podría ser el mayor y mejor acercamiento a la definición y ejerció de desear.

Al parecer ocurre lo mismo con la palabra “Creer”, cuya definición en el mismo órgano regulador de la palabra, antes mencionado, dice:

Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado.

En general nosotros no creemos, tenemos una idea, una preconcepción, una referencia una sugerencia o cualquier otra cosa lejana a la fe. Creer en algo como lo dice ésta definición, es un acto de fe. Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado como los reyes magos, los esquimales o el ratón de los dientes.

Decir: yo “creo” que llegaste como a la una, no es un acto de fe, es una frase que denota incertidumbre, lo contrario a una firme y profunda convicción motivada por el simple hecho de aceptar, de recibir algo dado.

Decir: NO creo en lo que me estás diciendo, es un acto de fe, pero fe negativa, la cual en lugar de afirmar algo lo desecha. Generalmente usamos algo tan poderoso como creer para descalificar. De tal forma no creemos, dudamos. Y aunque en ocasiones la duda funciona como motor de diversos proyectos, su uso coloquial sirve para justificar la inmovilidad. No creo, entonces, no lo hago.

Tener o dar por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado, podría llevarnos desde comer algo sin suspicacias hasta invertir una fortuna en un negocio que parezca imposible, pasando por soltarnos en la bicicleta, por saber el nombre del padre de la patria, por revelar la edad, señalar el norte, alzar la mano derecha, por entregar la virginidad y por cualquier otra cosa que simplemente estemos dispuestos a creer.

 Tirarse de un edificio con la certeza de que tu ser más amado está debajo para recibirte, podría ser el mayor y mejor acercamiento a la definición y ejercicio de creer.

El poder de las palabras es inimaginable, no lo subestimemos, no lo desperdiciemos, no lo distorsionemos, hagámoslo nuestro y usémoslo a nuestro favor. Porque no es lo mismo un metro de encaje negro, que la cómoda de tu hermana...

sábado, 5 de febrero de 2011

In seguridad



En los últimos años hemos sido balaceados, literalmente, por la poli, los milicos, los “narcos” y los medios masivos oficialistas de comunicación; el pre texto, la guerra contra el “narco”.

Esta supuesta guerra, declarada por Felipe Calderón, ha desatado una sicosis colectiva en la población general, sicosis que ha devenido en un crecimiento brutal de actitudes delincuenciales por parte de los “pequeños” malhechores que han decidido simular a los “grandes”, motivados por la exposición mediática de tales carteles en noticiarios y diarios de circulación nacional. Como dijera mi santa madre “no les den ideas”, pues instruyéndose en lo mostrado por los medios, tratan de emular a los profesionales del crimen, reincidiendo en comportamientos cada vez más patológicos, los cuales hacen que el riesgo parezca cada vez mayor, pues los crímenes que se creían exclusivos de las altas esferas se popularizan acercándose al grueso de la población.

La sobreexposición del crimen tanto de baja como de alta escala, además de lo que mencioné anteriormente, origina el pánico entre el ciudadano común y corriente, magnificando la sicosis y desviando la atención de otros asuntos que son de igual o mayor importancia que la seguridad.

Pero ¿realmente estamos en guerra? ¿Realmente estamos en un estado deplorable de seguridad? Yo creo que no. Yo creo en una frase que he escuchado de distintos personajes, públicos y privados, a lo largo de la vida, una frase que encierra perfectamente el concepto de seguridad: con las debidas precauciones y sobre todo responsabilidades que todos nosotros como ciudadanos de un país libre, debemos ejercitar. LA SEGURIDAD SOMOS TODOS. Por supuesto. Sin desatender la verdadera situación que nos pudiera aquejar día con día, debemos asegurarnos mutuamente y ser solidarios con los percances ajenos pero principalmente ser honestos, para guardar el debido respeto por las normas y no trasgredir el espacio vital de nuestros congéneres.

Entonces creo que hay que hacerle menos, exageradamente menos caso a los noticiarios, especialmente a los de Televisa y TV Azteca, es más si los podemos evitar mucho mejor, hay que andarnos con cuidado, sí, pero sobretodo hay que portarse como dios manda y no andar agandallando, ni mal vibrando al de al lado,  hay que cuidar la espalda propia y la ajena, hay que abrir lo ojos y la mente para no dejar de lado los asuntos importantes, hay que trabajar duro y esforzarnos mucho para hacer la seguridad entre todos, para no esperar el “apoyo” de las fuerzas encargadas de nuestra seguridad, así es, la seguridad es nuestra y nadie tiene derecho de quitárnosla, de arrebatárnosla; sólo nosotros somos responsables de ella, responsables de guardarla, de cuidarla, de crearnos día con día la certeza de que seguiremos In seguridad.