Por supuesto se trata de una disyuntiva, qué usar, cómo viajar, cómo llegar, a qué atenerse, qué representar. Puta, que problema puede representar decidirse por alguno de los medios de transporte, porque por otro lado está que la comodidad, el calentamiento global, la obesidad, que la moda, el status, el estrés, la güeva y muchas otras barbaridades que si bien no nos vuelven locos si nos podrían devolver un poco de la cordura, de aquellos días en que escoger un medio de transporte dependía sólo de la decisión de nuestros padres o tutores.
Claro que esa decisión estaba influenciada por la moda, el estatus, etc., bueno el calentamiento global y la obesidad no, pero todo lo demás estaba presente, pero esa era broca de ellos. Nosotros nos limitábamos a subirnos en donde ellos dijeran y listo, nada más que resolver.
Pero ahora, tenemos que decidir entre tantas situaciones tan incomodas y frustrantes todas ellas, que al final nos encantaría decidir no decidir; pongamos mi caso... no, mejor no lo pongamos, pues puede resultar tan común que pudiera ser el caso de cualquiera, de cualquiera que se alista por la mañana, tarde o noche para salir a algún lugar y se encuentra con que como siempre, el micro se tarda más de los 6 min. De rigor, tal como lo indica el gran matemático que lo espera en la esquina, en la que a cambió de una moneda le hará las recomendaciones pertinentes.
—échale mi rey que acaba de pasar el cananas y llevas al tortas a 7.
No sin antes intercambiar recuerdos de la fiesta del sábado, la cual como siempre se puso re buena aunque terminó a madrazos.
Por fin logras abordar la unidad después de toda la gente que llegó posterior a ti a la parada, pero que abordo antes, gracias a la caminata que hicieron hasta media calle antes del punto indicado para subir al transporte, pero los dioses y tu horario te permiten de igual manera ocupar un asiento del expreso del terror. Una vez instalado, buscas tus audífonos para escuchar la excelente programación de tu i pod pero te lamentas 50 veces por haberlos olvidado, ahora tienes que soplarte la jocosa variedad de “laaaaa Z. Salvajemente grupera”. Una hora más tarde, justo a la mitad del trayecto escuchas una voz que dice:
—ay te va el de la fortuna.
Al tiempo que rocía, con un atomizador lleno de una sustancia rosa, azul o amarilla, una fragancia que provoca desde estornudos hasta fuertes nauseas, por lo que decides echarte una pestañita para evitar las secuelas del olfateo de tal perfume. El sueño ha venido a ti como caído del cielo, aunque justo antes de estar casi profundamente dormido, un desfile de productos, anunciados como si debieran escucharse a un kilómetro de distancia, irrumpe en aquel bendito sueño, ni hablar, no era el tiempo de recuperar esas tan valiosas horas de sueño.
Como premio de consolación, adquieres alguno de los productos responsables de tu insipiente insomnio, haciendo a su vez un pequeño recorte en el presupuesto del día, además ya sólo falta media hora para llegar a tu destino, media hora que se comienza a alargar como si fuera medio día, a consecuencia de un par de descomunales nalgas que osaron introducirse en un pequeño hueco de aproximadamente 15 cm. Que había entre tú y tu guapa vecina de asiento, de ese asiento largo que es para cinco pero generalmente ocupan cuatro a pesar de las recomendaciones del tripulante.
—servidos jóvenes.
Por fin escuchas aquella frase que pone fin a tan espantoso calvario, por fin haz llegado a ese tan ansiado destino, el cual indicaba ese letrero verde y rosa fosforescente que decía METRO CUATRO CAMINOS. Por fin haz llegado al final de la primera parte, ya sólo te faltan 9 estaciones de la línea 2 del metro.
—Chingada madre por qué no tendré automóvil.
Perdónalos señor pues no saben lo que dicen, figúrate, desear el tormento de viajar en auto. Uno podría pensar que el cómodo sillón, la programación personal de música, el olor a ROYAL PINE, la agradable compañía, el aire acondicionado y la libre elección de la ruta no podrían incomodar en lo más mínimo al afortunado poseedor de tan maravillosas comodidades. Por supuesto así sería si no existieran otros cuantos millones de afortunados poseedores de tan maravillosas comodidades, a los que estúpidamente se les ocurre salir a la misma hora que tú.
Así es, 6 min. Después de que haz salido de la paz de tu tranquila colonia, encuentras a esa bola de desadaptados que han tenido a bien salir tantito tarde de su vivienda, así que no puedes levantar los 100 Km./h en los 6.7 segundos que indica el manual, pero sigues en tu cómodo sillón, escuchando tu MP3 de puras padres, aspiras el agradable olor a ROYAL PINE, estás a punto de recoger esa compañía que hace el camino más corto, sientes el leve aire acondicionado que evita cualquier tipo de sudoración y todavía estás a tiempo de tomar ese atajo que sólo tú conoces.
—hola, otra vez te tardaste.
Te saluda tu compañero de viaje que acaba de abordar el vehículo y al parecer no se alcanzo a percatar de la fila de 2.5 Km. Que hiciste antes de llegar al punto de reunión, pero que importa, siempre ayuda una amena plática a suavizar los momentos difíciles, como esa hora en la que no haz pasado de los 25 Km./h y la charla se comienza a tornar reiterativa, dando paso a la entonación de aquella buena música que los acompaña, pero justo en medio de tu canción favorita y de una de tus mejores interpretaciones, un chiquillo con aptitudes felinas salta de nalgas al cofre de tu auto y botella en mano, haciendo caso omiso de tus negativas, limpia tu parabrisas, así que además de cortarte la inspiración le tienes que entrar con una lana, de la cual reniegas profundamente pero le tienes reservado un lugar estratégico para su pronta localización.
Después de aquel estresante incidente respiras profundo para retomar la calma y sientes una vez más ese agradable aroma, que para entonces empieza a resultar molesto, así que bajas la ventanilla al tiempo que lanzas un pequeño comentario a tu acompañante, el cual no responde porque se encuentra dormido, subes el volumen con perversas intenciones aunque pobres resultados. El alto volumen te hace descubrir que tu CD ha dado ya una vuelta y tú conoces perfectamente el orden de las canciones, pero estás a punto de tomar tu atajo y eso te anima a dejar correr la música.
4 min. Después de un trayecto libre, descubres que algunos otros miles de conductores han descubierto tu atajo y decides que es hora de poner la radio pues ya te sabes el repertorio musical y ha empezado a traer el aburrimiento, aunque en realidad te haz lanzado en busca del reporte vial y en el transcurso confirmas lo mala que puede llegar ser la radio que se escucha estés donde estés.
Parece que ya no queda nada pues el cómodo sillón comienza a hacer estragos en tus riñones y al parecer falta aún media hora de camino. Pero no todo está perdido, vas en tu auto, puedes fumar; no traes cigarros pero justo en ese momento una señora con su hijo a cuestas llega hasta tu ventanilla a ofrecerte tus cigarros favoritos, compras 2 para que aguanten lo que falta, enciendes uno y justo cuando le vas a dar la tercer calada despierta tu copiloto para pedirte que lo apague, pues el humo no le permite continuar en los brazos de Morfeo.
—Chingada madre me hubiera ido en metro.
Vaya dilema no quisiera estar en los zapatos de ninguno, pero debe haber una solución.
¡Una bici! claaaro, porque no, más saludable, evita el tráfico, la contaminación, los ambulantes, las malas compañías, las nalgas ajenas en las piernas, la música desagradable, es baratísima y además cuánto me puede llevar el trayecto de 20 km. Que hay de mi casa al trabajo.