lunes, 21 de febrero de 2011

Se depende...



Open mind es una frase que he escuchado en repetidas ocasiones durante todas las etapas de mi desarrollo, y durante todo ese tiempo, al escucharla, siempre hice alusión a gente que no le espanta el sexo o las groserías, en alguna ocasión también llegué a considerarme muy “open maind”, porque no me espantaba ni el sexo ni las groserías y hasta era capaz de hacer pendejadas en la calle a plena luz del día, bueno eso lo sigo haciendo.

Con el paso de los años y las experiencias acumuladas, me he dado cuenta que la frase open mind se refiere a otra situación. Continuando con la entrega de hablar por hablar y del uso y entendimiento incorrecto de las palabras, ahora creo que ser una persona de mente abierta significa ser alguien que tiene la capacidad, precisamente, de abrir la mente para ubicar los sucesos en el lugar y tiempo justos, para poder hacer un juicio más atinado, es decir, una evaluación más conciente y menos prejuiciosa de los acontecimientos; tener la capacidad de tomar en cuenta las diferentes variantes del mismo hecho, ubicado en contextos diferentes para poder reaccionar de la manera más favorable y, sobretodo, constructiva posible.

Generalmente tenemos una idea, y solo una, a cerca del funcionamiento del mundo y la vida, así, nos basamos sólo en esa creencia para reaccionar y justificar nuestro comportamiento, teniendo con ello una percepción bastante limitada y un estado generalmente inconciente de nuestras reacciones. Al parecer no somos tan concientes de nuestra existencia.

Cuando ves a una pareja de perros copulando en la vía pública puedes inquietarte, alegrarte, por que no ruborizarte, desentenderte, tal vez alarmarte y quizás excitarte. Si haz elegido alguna de las anteriores, es casi seguro que las demás queden descartadas completamente, de esa forma descalificas rotundamente las otras reacciones que en algún otro contexto podrías llegar a tener, pero que son igualmente posibles y reales.

Que no puedes inquietarte, alegrarte, ruborizarte, desentenderte, alarmarte o excitarte… pues se depende, como diría mi holandesa cuñada. Aléjate un poco de aquel primer pensamiento que tuviste y sitúate en la calle, con tu hijo de la mano, preguntándote —¿qué están haciendo los perritos? Tal vez llegues a inquietarte. Con la misma pregunta, si eres miembro honorario de Familias en Cristo tal vez te ruborices o escandalices. Si vas escuchando música y pensando en la inmortalidad del cangrejo, tal vez ni te des cuenta. Si eres seguidor del porno zoofílico, tal vez te excites, etc. Y digo tal vez porque existe la posibilidad de que aún en esas circunstancias te pase exactamente lo contrario o no te pase absolutamente nada.

Que no estas en cualquiera de las anteriores situaciones, por supuesto que no, pero podrías llegar a estar y aunque nunca lo experimentaras físicamente y en tiempo real, podrías abrir la mente para poder recrearlo y ubicarlo empáticamente, así tendrías otro contexto de la situación y por lo tanto una nueva opinión que te lleve a una reacción conciente.

Poner o sacar de contexto las distintas posibilidades, es lo que hace la diferencia. Abrir la mente para hacer concientes tales posibilidades también hace la diferencia ¿cuál es la diferencia? la conciencia o inconciencia de los actos y la responsabilidad —la capacidad de dar respuestas a las consecuencias de dichos actos— que logremos ofrecer por nuestro comportamiento. Entre más concientes más control podemos tener de las distintas situaciones. Para recetar la medicina hay que saber que es lo que se tiene que curar.

Y después de todo ¿soy una persona “open maind”? No lo creo ¿Quiero abrir mi mente al máximo para concienciar y responsabilizar mis actos? definitivamente. 

Bueeeno, se depende...

lunes, 14 de febrero de 2011

Hablar por hablar


Según la Real Academia Española de la lengua española, la palabra “Desear” significa:

Aspirar con vehemencia al conocimiento, posesión o disfrute de algo.

Aunque me he percatado que las acepciones que generalmente usamos son otras. En lugar de aspirar con vehemencia al conocimiento, la posesión o disfrute de algo, renegamos por todo aquello que no tenemos y a ese acto negativo y nefasto lo llamamos desear. Aspiramos, sin convicción alguna, a cosas que alguien nos sugiere, haciendo caso omiso a los genuinos deseos que llenan nuestra existencia. Estamos absortos “deseando” irrealidades, que desviamos la atención de aquello que si poseemos, de todo aquello que puede ser la mejor herramienta para formarnos tal como queremos, de llegar a hacer lo que realmente deseamos, pero creemos inalcanzable debido a todos esos “deseos” negados, los cuales, por su reiterativa frustración, nos crean la ilusión de que todo aquello a lo que aspiramos con vehemencia es irrealizable. 

Cuando te llegan las cuentas y la lana no te alcanza “desearías” NO estar en esa situación, pero sólo refunfuñas y reclamas por la mala suerte o fortuna, no aspiras con vehemencia a organizar tus finanzas para poder salir de tal situación.

Cuando te encuentras una lámpara maravillosa y el genio te pregunta qué deseas, respondes con la entera seguridad de que lo deseado aparecerá mágicamente frente a ti, por tal motivo te tomas un tiempo para pensar en lo mejor que podría aparecer frente a ti en ese instante, y posteriormente formulas tu deseo.

Desear como si se tuviera en frente al genio de la lámpara maravillosa podría ser el mayor y mejor acercamiento a la definición y ejerció de desear.

Al parecer ocurre lo mismo con la palabra “Creer”, cuya definición en el mismo órgano regulador de la palabra, antes mencionado, dice:

Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado.

En general nosotros no creemos, tenemos una idea, una preconcepción, una referencia una sugerencia o cualquier otra cosa lejana a la fe. Creer en algo como lo dice ésta definición, es un acto de fe. Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado como los reyes magos, los esquimales o el ratón de los dientes.

Decir: yo “creo” que llegaste como a la una, no es un acto de fe, es una frase que denota incertidumbre, lo contrario a una firme y profunda convicción motivada por el simple hecho de aceptar, de recibir algo dado.

Decir: NO creo en lo que me estás diciendo, es un acto de fe, pero fe negativa, la cual en lugar de afirmar algo lo desecha. Generalmente usamos algo tan poderoso como creer para descalificar. De tal forma no creemos, dudamos. Y aunque en ocasiones la duda funciona como motor de diversos proyectos, su uso coloquial sirve para justificar la inmovilidad. No creo, entonces, no lo hago.

Tener o dar por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado, podría llevarnos desde comer algo sin suspicacias hasta invertir una fortuna en un negocio que parezca imposible, pasando por soltarnos en la bicicleta, por saber el nombre del padre de la patria, por revelar la edad, señalar el norte, alzar la mano derecha, por entregar la virginidad y por cualquier otra cosa que simplemente estemos dispuestos a creer.

 Tirarse de un edificio con la certeza de que tu ser más amado está debajo para recibirte, podría ser el mayor y mejor acercamiento a la definición y ejercicio de creer.

El poder de las palabras es inimaginable, no lo subestimemos, no lo desperdiciemos, no lo distorsionemos, hagámoslo nuestro y usémoslo a nuestro favor. Porque no es lo mismo un metro de encaje negro, que la cómoda de tu hermana...

sábado, 5 de febrero de 2011

In seguridad



En los últimos años hemos sido balaceados, literalmente, por la poli, los milicos, los “narcos” y los medios masivos oficialistas de comunicación; el pre texto, la guerra contra el “narco”.

Esta supuesta guerra, declarada por Felipe Calderón, ha desatado una sicosis colectiva en la población general, sicosis que ha devenido en un crecimiento brutal de actitudes delincuenciales por parte de los “pequeños” malhechores que han decidido simular a los “grandes”, motivados por la exposición mediática de tales carteles en noticiarios y diarios de circulación nacional. Como dijera mi santa madre “no les den ideas”, pues instruyéndose en lo mostrado por los medios, tratan de emular a los profesionales del crimen, reincidiendo en comportamientos cada vez más patológicos, los cuales hacen que el riesgo parezca cada vez mayor, pues los crímenes que se creían exclusivos de las altas esferas se popularizan acercándose al grueso de la población.

La sobreexposición del crimen tanto de baja como de alta escala, además de lo que mencioné anteriormente, origina el pánico entre el ciudadano común y corriente, magnificando la sicosis y desviando la atención de otros asuntos que son de igual o mayor importancia que la seguridad.

Pero ¿realmente estamos en guerra? ¿Realmente estamos en un estado deplorable de seguridad? Yo creo que no. Yo creo en una frase que he escuchado de distintos personajes, públicos y privados, a lo largo de la vida, una frase que encierra perfectamente el concepto de seguridad: con las debidas precauciones y sobre todo responsabilidades que todos nosotros como ciudadanos de un país libre, debemos ejercitar. LA SEGURIDAD SOMOS TODOS. Por supuesto. Sin desatender la verdadera situación que nos pudiera aquejar día con día, debemos asegurarnos mutuamente y ser solidarios con los percances ajenos pero principalmente ser honestos, para guardar el debido respeto por las normas y no trasgredir el espacio vital de nuestros congéneres.

Entonces creo que hay que hacerle menos, exageradamente menos caso a los noticiarios, especialmente a los de Televisa y TV Azteca, es más si los podemos evitar mucho mejor, hay que andarnos con cuidado, sí, pero sobretodo hay que portarse como dios manda y no andar agandallando, ni mal vibrando al de al lado,  hay que cuidar la espalda propia y la ajena, hay que abrir lo ojos y la mente para no dejar de lado los asuntos importantes, hay que trabajar duro y esforzarnos mucho para hacer la seguridad entre todos, para no esperar el “apoyo” de las fuerzas encargadas de nuestra seguridad, así es, la seguridad es nuestra y nadie tiene derecho de quitárnosla, de arrebatárnosla; sólo nosotros somos responsables de ella, responsables de guardarla, de cuidarla, de crearnos día con día la certeza de que seguiremos In seguridad.