viernes, 27 de noviembre de 2015

¿Existen?

Llegó el niñito hecho un mar de llanto. Al parecer había perdido, o estaba a punto de perder la inocencia.

—papá por favor dime la verdad. —la verdad es muy relativa, hay verdades como hombres en el mundo. Por eso tú tienes que hacer la verdad, no creerla. Las cosas existen sólo si crees en ellas. De lo contrario, se esfuman y muy probablemente no las vuelves a ver. Yo tenía tu edad cuando me dijeron semejante barbaridad y por un momento lo creí y también lloré, lloré y lloré, pues todo mundo me reafirmaba aquella infame calumnia que otro inocente me había compartido.

Pero llegó un buen día y todo se aclaró. Supe que tenía el poder de decidir si creer o no y creí, y por fin los conocí tal cual eran y supe también que yo formaba parte de ellos y de todo lo que hacen y acepté hacerlo. Lo hago cada año y el tiempo pasa igual de lento que cuando tenía 10 años. Yo esperé a que tú nacieras y me lo enseñaras, pero si tú lo quieres, puedes comenzar este mismo año y formar parte del maravilloso equipo de Melchor, Gaspar y Baltazar.

miércoles, 21 de octubre de 2015

HOME SWEET HOME

El clásico sobresalto por creer que caía, me confirmó que estaba a punto de quedar profundamente dormido, lo cual me hacía regodear sintiéndome merecedor de un buen descanso, luego de un arduo y estresante día de trabajo, el cual comenzó  en esta misma cama hace casi dieciocho horas cuando el cucú cantó a las cinco am. Así es 05:00 am. Tortura medieval.
Lamentablemente tiene que ser muy pero muy molesto, de otra forma no podría levantarme a esa maldita hora y no podría llegar a mi adorado trabajo. Luego de bancarme la levantada; vestirme elegantemente; desayunar como dios manda y hacer una fila descomunal, me encuentro con el primer favor de dios en el calvario que resulta mi trayecto a la oficina. Un asiento vacío, en el cual, puedo acomodarme casi a mis anchas, para ignorar roncando las infumables dos horas y media de berridos que venden, cantan, solicitan y asaltan por favor a los amables usuarios del autobús.
Gracias a dios llegué a la oficina sano y salvo, y con la misma cantidad de dinero con la que salí de casa. ¡Aaaah! Que lugar es la oficina. En el corazón de una colonia repudientisima; en el penúltimo piso de un edificio de cristal super moderno; con puertas automáticas; elevadores con llave y baños en los que se podría hacer una cirugía y huelen mejor que el cuello de un bebé. Bueno no tanto, pero casi. Todo de putamadre. Estaría en el cielo… Si no tuviera que hacer ese trabajo de mierda. Si no fuera por el café gourmet ya me habría tirado por la ventana hace mucho. Lo bueno que namás son ocho horas.
Home sweet home. Dos horas más de gym y podré decirlo al fin, aunque debería irme ya mismo para no estar soportando a está plana de neandertales que creen que por estar en un gimnasio está permitido ser sucio, ordinario y descortés. Gracias a dios traigo mis audífonos y hay pantallas por todas partes, así puedo ignorar a esta retahíla de papacitos y mamacitas y puedo hacer mis ejercicios como dios manda. A darle pues.

AL FIN CASA… Una deliciosa cenita orgánica, —ah que puto caro está todo lo orgánico— dos o tres capítulos de “la reina del sur”, acostadito en esta maravillosa cama, esto sí que es el paraíso, podría estar en ella todo el día. Sin dudarlo es la mejor parte del día y el momento del aterrizaje: lo mejor de lo mejor. Acurrucarme y hundirme por completo en su suavidad y calidez para comenzar esos clásico brincotes antes de caer por completo en los brazos de Morfeo ¡aaaahhh!. Pero todo antes de las once porque luego no me puedo levantar a las putas cinco de la mañana.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Pachanguero

Siempre me han gustado las fiestas, de las que sean, como sean y cuando sean. Desde niño iba a muchas fiestas, la mayoría eran para adultos pero eran igual de buenas, sino es que mejores que mejores que las de los niños, sobre todo cuando eran en alguna casa y mi mamá y todas las mamás de mis primos se juntaban para originar la fiesta desde temprano, pues aunque la fiesta ya estaba pactada en fecha y horario, surgía desde cero. Unas señoras se encargaban de adornar en patio, colgaban festones y globos de colores de techos y paredes; ordenaban mesas y sillas parecidas a una formación militar y las pulían con manteles blancos, daba la impresión de que comíamos en una nube gigante. Las demás señoras se repartían en cocinas improvisadas a cocinar el banquete para un ejército de invitados, ellas inclusive. Todo aquello se llenaba de nubes de humo y vapor llenas de aromas deliciosos, comíamos el arroz por secciones, mientras nos jugábamos la vida corriendo entre ollas burbujeantes y anafres en brasas. Primero el aceite, luego las verduras, luego el arroz y por último el caldillo de jitomate. Todo sin echar un solo bocado. Aspirar aquellos humos saciaba el hambre hasta por ocho horas. Nunca podré olvidar aquel concierto de percusiones metálicas, voces militarizadas y pianolas de tacones y cascos de refresco. La fiesta aún no comienza, de hecho, falta mucho para que comience, pero mis primos, hermanos y yo llevamos festejando la infancia entera.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El embotellamiento

Estando solo en la soledad que un auto vacio puede otorgar, me dispuse a continuar con el extraordinario día que me había propuesto la noche anterior. Habiendo dejado en el colegio a mis hijos y armado de la dosis necesaria de amabilidad y alegría, eché a andar mi auto en busca de lo extraordinario, dejé pasar dos o tres autos y avancé
            Al parecer los otros cinco o seis que venían de tras, tomaron como un compromiso de mi parte la cesión del paso, así que arrancaron al miso tiempo, en un palmo de terreno lo suficientemente angosto como para trabarnos los unos a los otros y de la nada, hacer un EMBOTELLAMIENTO.
            Tremendo atorón de autos justo frente al colegio de mis hijos, con puros conocidos inmiscuidos, pero yo, todavía en mi modo de de ciudadano buenaonda, me hice lo más a la orilla, que el espacio me permitía, para no estorbar al otro auto que fungía de tapón. Avancé y avancé hasta quedar inmóvil impedido por los coches de enfrente, los cuales tampoco podían moverse.
            Redepente: gritos y manotazos, también de la nada, sobre un inadaptado quien, sin consideración alguna, posó su culo en el asiento de su auto, carente de reacción y consideración alguna sobre aquel terrible nudo que estaba ocasionando. Un colérico “SÍ, TÚ, MUÉVETE QUE ESTORBAS” acompañado de un largo índice acusador, justo en medio de sus cejas, hizo que el  incomprensivo automovilista reaccionara y se diera cuenta que toda aquella vorágine estaba dirigida en su contra.

            BURRO, PENDEJO, ESTUPIDO Y TARADO fueron los insultos que tuve que tragarme par adarme cuenta de lo desconsiderado y ruin de mis actos… así es, era yo. Nunca entendí, y seguro jamás entenderé el gran error cometido aquel martes pero sí que entendí, por fin, que si más de dos afirman, lo que sea, acerca de ti, es cierto, aunque no lo sea. Y una cosa más, cuando DECIDES tener un día deputamadre, simplemente lo tienes.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Mi amiga la redonda

Entonces Elisa entró por primera vez a su nueva casa, recorrió con la mirada la sala, caminó hasta la cocina y descubrió tras una puerta un pequeño jardín, el cual, por alguna extraña razón, la llamó de inmediato. Atendiendo instantáneamente la extraña llamada, abrió la puerta que le impedía la entrada y dio el paso que la reuniría con aquella parte de su vida, la cual había dado por terminada aunque jamás sacó de su corazón. Sin dar crédito de aquel hallazgo, de rodillas en el césped, tuvo un vez más la edad de 7 años.

—Ya es hora. ¿Por fin nos vamos? Uy que emoción, estoy ansioso por llegar a la tienda, tengo un buen presentimiento, pa mí que no duro ni dos días, comentaba en voz alta uno de los balones blancos que irían esa tarde a la tienda deportiva. Reluciente y en su caja, perfectamente bien empacado como sus demás compañeros, fue el primero en tomar su lugar en el rack destinado para balones económicos.

Con mucho entusiasmo respingó la nariz y se dispuso a esperar al pequeño que lo llevaría a conocer el mundo. Pasó el tiempo pero el niño no llegaba. Sin perder la fe, siempre manteniendo la frente en alto, aquel entusiasta balón seguía ocupando las primeras filas en espera de algún dueño, y sin importar las huellas dactilares que lo empezaban a cubrir, más las ligeras patadas y rodillazos que de vez en cuando le propinaban, conservaba la certeza de salir de aquella tienda feliz de tener un compañero.

La espera comenzó a convertirse en angustia un día miércoles, en el que escucho que sus días estaban contados, pues si para el próximo sábado no resultaba vendido, regresaría a la bodega sin la seguridad de poder salir. Más que nunca, se lució ante cualquier persona que se acercaba por donde él estaba y aunque sus esfuerzos resultaban, al parecer inútiles, nunca desistió. Faltando 10 minutos para el cierre de la tienda, cuándo se preparaba para continuar la lucha al día siguiente, las pisadas de unos pequeños tennis y el aliento sofocado de una pequeña en shorts, lo distrajeron de su trance y sin quitarle la vista de encima, vio como aquella niña se acercaba hacia él, apuntándolo con el índice, al tiempo que decía: ese. Inmóvil por la emoción, pudo contar cada una de las monedas, que aquella pequeña futbolista, sacaba de una vieja media de futbol. Terminado el conteo y pagado el precio, con un gran abrazo comenzaba su amistad.

Desde la primera noche fueron inseparables, pues una vez fuera de la caja, el balón durmió en los brazos de su inesperada dueña, quien sin poder dormir por la emoción, saltó de la cama más temprano de lo acostumbrado y antes que nada, echó su nuevo balón a la mochila, para que, a escondidas, se los presentara a todas sus amigas, contándoles una vez más aquel plan, —del que todas sabían— que llevó a cabo para poder comprar su primer balón. Así, éste se enteró de los escasos recursos y el arduo trabajo de su dueña por conseguirlo.

Habiendo librado la primera batalla, la de no ser descubiertos por alguna autoridad escolar, salieron de la escuela y fueron inseparables. Fueron al campo para su primer juego, y luego por el segundo y el tercero; pasaron lluvias, noches, retas, y muchísimos goles. No había otro compañero en la vida de Eli que supiera tanto de ella; ni que le diera momentos tan gratos. Eran el uno para el otro.

Todas las noches Eli lo ponía en su frente y le contaba todo lo que él había presenciado durante el día, lo aventaba de vez en cuando hacia el cielo y antes de dormir remarcaba su nombre —Eli— y el corazón que servía de punto a la i. Sin duda alguna eran los mejores amigos.

Una tarde, parecida a cualquier otra, Elisa jugaba con su balón y sus demás compañeros una cascarita, cuando de pronto llegaron unos chavos mayores que ellos a proponerles una reta, con gusto aceptaron y ganaron como todos unos campeones, lo cual no fue recibido de muy buen agrado por parte de los grandulones, quienes completamente frustrados, Despojaron a Eli de su amigo. El balón trató de poner resistencia y ella con esfuerzos sobrehumanos batalló hasta el cansancio. Pero fue inútil. El despojo fue inminente y el desconsuelo profundo. Los amigos habían sido separados.

Eli lloró un día entero su pérdida, aunque pudo reponerse y continuar con su vida, llevando siempre en su corazón a su primer balón, quien fue la inspiración para que Elisa dedicara su vida al fútbol.

Los grandulones jugaron un par de veces con el balón de Eli y en un juego callejero volaron el esférico, el cual después de algunos rebotes cayó en un camión de naranjas que lo llevó hasta la playa. Una vez allí, fue partícipe de un sinnúmero de partidos, hasta que fue decomisado por un gruñón al que le tiró su cuba de la mano. El hijo de aquel gruñón lo llevo de vuelta a la ciudad, donde vivió sin mucha actividad y dónde un día que rebasó la barda de un club deportivo, cayó sobre un camión de arena y terminó en los cimientos de un edificio comercial. Al parecer sus días habían terminado.

Mientras tanto, Elisa Farfán continuaba sus estudios y su carrera futbolera, sobresaliendo y llegando cada vez más lejos como goleadora. Su habilidad y sus años de preparación la llevaron a cumplir su sueño, encumbrándola, como fichaje del año, en la liga profesional de futbol femenil. No le bastó más que una temporada para consolidarse y como novata del año, firmó con uno de los más prominentes clubes de la liga.

Aquel importante club, previendo contrataciones, había mandado construir las casas de sus nuevas jugadoras, las cuales se ubicarían en un terreno antiguo, el cual quedó vacante tras la demolición de un edificio comercial de una empresa que lo vendió por haber ido a la quiebra. Durante la construcción de las nuevas casas, un grupo de albañiles que trabajaban en la obra, encontró un balón en los viejos cimientos, mientras rascaban y quitaban los escombros. Gustosos del futbol, lo arreglaron, le pusieron aire y disfrutaban de él en sus ratos libres, fue su mayor diversión mientras duró la construcción, la cual una vez terminada, quedó sola para esperar a sus nuevas moradoras.

El gran día llegó para Elisa Farfán, fue presentada en su nuevo club. Se puso la playera, hizo unas dominadas, dirigió unas palabras a la afición y en seguida vinieron las buenas nuevas. Al término de la presentación, le esperaba su padre y promotor con una buena camioneta y las llaves de una casa, regalos del club para su nueva joya. De inmediato subieron a la troca y corrieron a visitar la que sería desde ese día su nueva morada, una casa a todo lujo en aquel exclusivo fraccionamiento recién construido.

El padre de Eli abrió la puerta principal de la casa número 13 y entonces Elisa entró por primera vez a su nueva casa, recorrió con la mirada la sala, caminó hasta la cocina y descubrió tras una puerta un pequeño jardín, el cual, por alguna extraña razón, la llamó de inmediato. Atendiendo instantáneamente la extraña llamada, abrió la puerta que le impedía la entrada y dio el paso que la reuniría con aquella parte de su vida, la cual había dado por terminada aunque jamás sacó de su corazón. Sin dar crédito de aquel hallazgo, de rodillas en el césped, tuvo un vez más la edad de 7 años, pues en sus manos se encontraba un balón que habían olvidado unos albañiles en el jardín aquella casa, un balón que apenas alcanzaba a mostrar su color blanco y entre sus gajos negros, remarcado con plumón el nombre de una niña, quien usaba un corazón como el punto de la i, que llevaba su nombre Eli.




miércoles, 26 de agosto de 2015

Las extraordinarias hazañas de Fergard
La ruta de las hadas 

Conocí, en un tiempo no tan remoto, a un gran guerrero. Tuve la fortuna de conocerlo desde su temprana edad y vaya que era un grande, no estoy tan seguro si él sabía lo grande que era pues como todo gran maestro, parece haber tenido su momento de incertidumbre y duda. Pero todos aquellos que pudimos observar sus prodigios, siempre estuvimos seguros del poder inigualable que poseía.
Desde sus escasos tres o cuatro ya cautivaba a cualquiera que lo contemplaba por tan sólo unos segundos, hubo quienes solicitaban de su compañía por un tiempo más prolongado pues se negaban rotundamente a prescindir de su figura.
Rápidamente tomó control de sus fabulosas habilidades mentales, así como de su coraje para ver concluida cualquier tarea que él mismo o alguna otra persona le encomendara. Su fama se extendió rápidamente por todo su condado hasta llegar a casi todo el país, no había alma que quisiera perderse el privilegio de realizar alguna empresa al amparo del afamado guerrero.
Lo buscaron para todo tipo de misiones. Una de las primeras la llevó a cabo cuando tenía como nueve años, se le encomendó que llevara a su hermano menor a salvo a la casa de unas ancianas mágicas que los llenarían de dones y provisiones para que pudieran preservar su vida.
Fergard no tenía mucha idea de la ruta que habían de tomar para llegar al castillo de las hadas, así que como primer tarea, puso a su hermano en trance para sacar la información precisa y con ella trazar la mejor ruta para alcanzar su destino. De tal forma dio comienzo una travesía que había de durar no más de una semana, pues de prolongarse, las hadas saldrían de su castillo para buscarlos y no estarían presentes para recibirlos a su llegada.
Una vez en el camino llegaron a un punto en el que el mago tuvo una corazonada, según la cual tenían que salir de la ruta original para evitar una banda de vendedores estafadores por quienes corrían el peligro de sucumbir ante sus engaños y quedar sin provisiones a cambio de un ato de artículos inútiles. Su hermano advirtió a Fergard que si tomaban ese atajo el viaje se prolongaría al menos un par de días, lo cual los dejaría con el tiempo demasiado justo para llegar puntuales a su cita. Al parecer el incrédulo no tenía idea de la compañía tan poderosa que llevaba.
Haciendo caso omiso de las observaciones de su compañero tomó el camino alterno pues bien sabía que su poder no era todavía el indicado para enfrentar a los ventajosos mercaderes. La vuelta se complicó un poco más de lo previsto pues no podían volver a la ruta a causa de unas ninfas de baja estatura que cantaban somníferas melodías, poca cosa para el poder del guerrero, bastó con poner de nuevo en trance al pequeño para que éste pudiera indicar de inmediato la reincorporación al camino.
Faltaba poco para que este par llegara con bien y puntuales a su destino, pues tenían ya el tiempo encima. A punto estaban de lograrlo cuando apareció aquella criatura que Fergard había vaticinado. Se trataba de una extraña criatura con cuerpo de humano y cabeza de dragón que se tambaleaba al andar, solía acercarse a muy corta distancia de sus víctimas para rociarlas con su aliento letal, adueñándose luego de su tranquilidad así como de algunas de sus pertenencias.
Preparado completamente, adelantándose a la llegada de aquel fenómeno, pasó junto a él con una cabeza de dragón que previamente simuló con ayuda de una extraña pócima que aprendió a preparar en alguno de los viajes que realizó junto a su padre. Confundiéndolo con uno de los suyos el dragón pasó de largo haciendo un extraño gesto con la cabeza y la mano al mismo tiempo, gesto que Fergard tuvo cuidado de replicar con exactitud para no ser descubierto.
Fue así como los hermanos pudieron llegar a salvo y a tiempo a su cita con las tres bondadosas hadas quienes los acogieron, alimentaron y llenaron de bendiciones para que pudieran regresar fortalecidos y renovados tanto al camino de regreso como a la senda de sus vidas.
Durante su estancia en el castillo recibieron noticias de gente que vivió o supo de primera mano las atrocidades que pasaron los viajeros que no tuvieron el cuidado de confiar en los poderes de Fergard y perdieron todo cuanto tenían en el camino de los vendedores; durmieron durante semanas a los pies de las ninfas de baja estatura o quedaron sin rastro de tranquilidad, bañados por el hediondo aliento de los hombres dragón.

“misión cumplida” escuchó una vez más el mago a su retorno al tiempo que escuchaba las condiciones de una nueva misión, pues como sabemos, su gran poder era solicitado y repartido entre grandes multitudes.