--Porque no es una tradición de nuestro país. Le replicó la
profesora a Jaime, quien apasionadamente defendía su postura con respecto al halloween y sus orígenes celtas y la
sorprendente cercanía que guarda con el día de muertos mexicano.
--La tradición Celta cuenta que el
31 de octubre se festejaba el año nuevo y se creía que por ser un fin de ciclo
las puertas del inframundo quedaban abiertas y los muertos convivían con sus
vivos. Y se usaban disfraces, hechos con pieles de animales, para ocultarse de
aquellos muertos quienes, al no tener con quién convivir, se dedicaban a hacer
estropicios.
Ding dong sonó por segunda ocasión el timbre en casa de Verito y a
pesar de que ella salió corriendo a toda velocidad, su mamá se adelantó a abrir
la puerta para encontrarse con Luis, Sandra y Jessi, los primos de Vero,
quienes estaban listos para ir a buscar las calabazas para hacer sus calaveritas.
Después de algunas negociaciones
con la madre de Vero, salieron los cuatro para reunirse con otros cuatro
primos, quienes esperaban en casa de la abuelita de la mayoría de ellos. La
casa de Julia, era una vieja casona de mediados del siglo 19, hecha con bloques
de adobe, con muchas habitaciones y una cocina de humo que impregnaba todo el
ambiente de un aroma muy especial a leña quemada.
Esa casa era
el punto de reunión de varias familias, quienes encontraban en Julia un lazo de
sangre irrompible. Una vez entrados en esa casa los niños hacían uso de sus
verdaderos poderes y dejaban de solicitar cualquier tipo de ayuda o supervisión
de los adultos. De esa forma, entraban y salían por techos, ventanas y
rendijas; construían fuertes, cabañas y castillos; viajaban en autos, trenes y
aviones y hacían con sus propias manos, calabazas de Jack-O-Lantern para el día
de muertos.
Así pues Vero y sus siete primos,
cada uno cuchillo en mano, se dispusieron a intervenir sus calabazas para
darles la forma adecuada y así poderla llenar de monedas. Era un gran placer
enterrar esos cuchillos en el cuerpo de aquellas redondas frutas, para poderles
sacar las entrañas y dibujar aquellos rostros dientones de ojos triangulares y
mirada de fuego.
La resignación de los frutos
siempre es algo de llamar la atención, pues sin expresar queja alguna,
resistían los embates de sus niños, quienes con todo cuidado y ceremonia se adentraron
en la milpa de algún afortunado agricultor para encontrarse con su respectiva
compañera, quien estaba completamente dispuesta a transformarse para llevarle
fortuna a su pequeño amigo.
Las calabazas no eran elegidas al
azar, eran entregadas en mano por cada uno de los muertos encargados de cada
niño. Rodeados de maíz, los “pequeños” recorrían la tierra hasta encontrarse
frente a frente con su nueva amiga, quien flotando en el aire, recibía el
cálido abrazo del pequeño que le ayudará a cambiar su aspecto para no ser
devorada. Una vez efectuado el trato, cada uno de los ocho, con su conquista en
brazos, corrió a toda velocidad, hasta que sin darse cuenta, se encontraba
arrodillado en el patio de Julia haciéndole los últimos detalles a su tenebrosa
linterna.
Un tanto agotado de sacar sus
monedas de la cera, Jaimito le presume a su mami, el jugoso botín de una noche
de intensa caminata. Casi cinco mil pesos, una pequeña fortuna, de la que, a
regañadientes, entregó una parte a su madre para completar para tortillas y
leche. Lo demás tuvo mejor futuro, en las maquinitas de la tienda de Don
Enrique y en el mantenimiento de su calabaza, quien tenía que estar lista para
una nueva noche de caminata, la que a pesar de no ser tan prometedora, hablando
en plata, valía la pena por la sola compañía de Vero, Luis, Jessi y el resto de
la bola que refunfuñona recibiría las ofrendas de los altares de muertos.
Esos muertos quienes rondaron
felices con los niños, alumbrados por las velas encendidas al resguardo de las
calabazas. Protegiéndoles de aquellos que tristemente no encontraron el camino
para reunirse con sus niños y confundidos pretendían llevarse a los que
encontraban por ahí.
Riiiiiiiing decía la chicharra para anunciar el término de la
clase. --y a pesar de que no se dice dulce o truco y que ahora se diga queremos
“jalogüin” la relación que se guarda con el inframundo y su contacto con el
mundo de los vivos, es prácticamente la misma, una relación de culto y respeto,
que ayuda a los vivos a guardar como un tesoro la compañía de sus seres amados.
Concluyó Jaime, dejando pensativa a su maestra, quien resolvió concluir el
debate, dejando como tarea a todo el grupo, un ensayo a cerca de la “posible”
relación que guarda halloween y el
día de muertos.