viernes, 26 de agosto de 2016

Quinto pa mi calavera


--Porque no es una tradición de nuestro país. Le replicó la profesora a Jaime, quien apasionadamente defendía su postura con respecto al halloween y sus orígenes celtas y la sorprendente cercanía que guarda con el día de muertos mexicano.
--La tradición Celta cuenta que el 31 de octubre se festejaba el año nuevo y se creía que por ser un fin de ciclo las puertas del inframundo quedaban abiertas y los muertos convivían con sus vivos. Y se usaban disfraces, hechos con pieles de animales, para ocultarse de aquellos muertos quienes, al no tener con quién convivir, se dedicaban a hacer estropicios.
Ding dong sonó por segunda ocasión el timbre en casa de Verito y a pesar de que ella salió corriendo a toda velocidad, su mamá se adelantó a abrir la puerta para encontrarse con Luis, Sandra y Jessi, los primos de Vero, quienes estaban listos para ir a buscar las calabazas para hacer sus calaveritas.
Después de algunas negociaciones con la madre de Vero, salieron los cuatro para reunirse con otros cuatro primos, quienes esperaban en casa de la abuelita de la mayoría de ellos. La casa de Julia, era una vieja casona de mediados del siglo 19, hecha con bloques de adobe, con muchas habitaciones y una cocina de humo que impregnaba todo el ambiente de un aroma muy especial a leña quemada.  
Esa casa era el punto de reunión de varias familias, quienes encontraban en Julia un lazo de sangre irrompible. Una vez entrados en esa casa los niños hacían uso de sus verdaderos poderes y dejaban de solicitar cualquier tipo de ayuda o supervisión de los adultos. De esa forma, entraban y salían por techos, ventanas y rendijas; construían fuertes, cabañas y castillos; viajaban en autos, trenes y aviones y hacían con sus propias manos, calabazas de Jack-O-Lantern para el día de muertos.
Así pues Vero y sus siete primos, cada uno cuchillo en mano, se dispusieron a intervenir sus calabazas para darles la forma adecuada y así poderla llenar de monedas. Era un gran placer enterrar esos cuchillos en el cuerpo de aquellas redondas frutas, para poderles sacar las entrañas y dibujar aquellos rostros dientones de ojos triangulares y mirada de fuego.
La resignación de los frutos siempre es algo de llamar la atención, pues sin expresar queja alguna, resistían los embates de sus niños, quienes con todo cuidado y ceremonia se adentraron en la milpa de algún afortunado agricultor para encontrarse con su respectiva compañera, quien estaba completamente dispuesta a transformarse para llevarle fortuna a su pequeño amigo.
Las calabazas no eran elegidas al azar, eran entregadas en mano por cada uno de los muertos encargados de cada niño. Rodeados de maíz, los “pequeños” recorrían la tierra hasta encontrarse frente a frente con su nueva amiga, quien flotando en el aire, recibía el cálido abrazo del pequeño que le ayudará a cambiar su aspecto para no ser devorada. Una vez efectuado el trato, cada uno de los ocho, con su conquista en brazos, corrió a toda velocidad, hasta que sin darse cuenta, se encontraba arrodillado en el patio de Julia haciéndole los últimos detalles a su tenebrosa linterna.
Un tanto agotado de sacar sus monedas de la cera, Jaimito le presume a su mami, el jugoso botín de una noche de intensa caminata. Casi cinco mil pesos, una pequeña fortuna, de la que, a regañadientes, entregó una parte a su madre para completar para tortillas y leche. Lo demás tuvo mejor futuro, en las maquinitas de la tienda de Don Enrique y en el mantenimiento de su calabaza, quien tenía que estar lista para una nueva noche de caminata, la que a pesar de no ser tan prometedora, hablando en plata, valía la pena por la sola compañía de Vero, Luis, Jessi y el resto de la bola que refunfuñona recibiría las ofrendas de los altares de muertos.
Esos muertos quienes rondaron felices con los niños, alumbrados por las velas encendidas al resguardo de las calabazas. Protegiéndoles de aquellos que tristemente no encontraron el camino para reunirse con sus niños y confundidos pretendían llevarse a los que encontraban por ahí.

Riiiiiiiing decía la chicharra para anunciar el término de la clase. --y a pesar de que no se dice dulce o truco y que ahora se diga queremos “jalogüin” la relación que se guarda con el inframundo y su contacto con el mundo de los vivos, es prácticamente la misma, una relación de culto y respeto, que ayuda a los vivos a guardar como un tesoro la compañía de sus seres amados. Concluyó Jaime, dejando pensativa a su maestra, quien resolvió concluir el debate, dejando como tarea a todo el grupo, un ensayo a cerca de la “posible” relación que guarda halloween y el día de muertos. 

jueves, 21 de enero de 2016

Dos veces al mes

Definitivamente el mejor momento del domingo era llegar a su casa y ser recibido entre abrazos y golosinas. Sentir ese olor tan peculiar en su cuello equivalía a contar con seguridad y plena libertad, además de un oído atento que nunca enjuiciaba. Ahora que lo pienso, pareciera que la palabra NO estaba prohibida en casa del abuelo, a menos que fuera para decirle a mi papá que NO me hablara de tal manera o NO me castigara por tal o cual insignificancia.
Aunque sólo ocurría cada 15 días, los momentos que vivía sentado en sus rodillas me acurrucaban hasta la siguiente ocasión en la que el mundo se reducía a 200 m2. Doscientos metros cuadrados en los que mis deseos y los de mis hermanos eran órdenes; donde cabía un desierto, el ancho mar, una campo de guerra, la selva amazónica, una pista de carreras, una campo de beisbol y un ring de luchas, en el cual el mejor referí siempre fue ese venerable anciano con aroma a Jockey Club y carcajadas resonantes.
No cabe duda que la gente mayor tiene la sabiduría de este mundo, pues para cada enigma, acertijo, conflicto, mal de amores, negocio y hasta adelanto tecnológico, siempre tenía una respuesta adecuada, además de tener siempre un as bajo la manga y contar los chistes más divertidos.
Gracias a tan infinita sabiduría he triunfado en asuntos financieros, amorosos, fraternales, genitales, pornográficos, religiosos y quien sabe que tantos otros de los que seguramente el abuelo tiene memoria, vaya memoria que tiene el viejo, lo recuerda todo y mejor aún, lo predice todo. Palabra por palabra he visto cumplidas sus chingadas profecías, las cuales me han hecho reír, llorar y cagarme en los calzones. Aunque siempre con buen humor, si algo tiene ese señor es buen humor; y buen ritmo, pues para todo tiene una canción, generalmente una gran canción.
Siempre le ha gustado la buena música y no repara en gastos, para solicitar a cualquier persona que cambie la música que está escuchando, no sé cómo lo hace, yo he intentado en incontables ocasiones y en absolutamente todas termino haciendo alguna pregunta estúpida para no decirle al tipo o tipa. QUITA ESA MUSICA DE MIERDA ¿NO TE REVIENTA LOS OIDOS? Viejillo cabrón. Todo mundo le hace caso y hasta le dicen “si señor”.
Con mi abuelo el tiempo no dura igual, he visto a su lado muchos, muchos partidos de futbol, y juro por él, que unos duraban 20 minutos y otros como día y medio aprendí mucho de futbol y de la vida viendo partidos con el viejo y por lo menos puedo putear al televisor o aplaudirle igual que él, eso sí que me sale, en ocasiones hasta lo hacemos al mismo tiempo. Como cuando le mentamos la madre a Juan Ángel Paredes por fallar ese gol contra el Santos en la semifinal. Como pudo el muy pendejo.
La verdad nunca he sabido cuantos años tiene mi abuelo pero desde que lo conozco y hasta hoy luce exactamente igual, hace las mismas cosas y maneja a voluntad sus achaques según le convenga. Tratándose de bailar, jugar con nosotros, chupar, salir a correr, echar pasión con la abuela o cualquier cosa se signifique diversión el abuelo tiene la fuerza y la energía de un jovencito. Pero que tal a la hora de hacer limpieza, llevar a la abuela a algún lado, ir a comprar algo al súper o cualquier otra cosa que represente trabajo o aburrimiento. Se encorva, camina arrastrando los pies, le duele espalda y hasta le sube la temperatura. Cualquier actor, seguro envidiaría esas habilidades.
No entiendo porque mi papá se caga tanto con su papá. Que no lo ayuda, que no se interesa en su vida, que para todos lados lleva a la abuela, que se comporta como un adolescente, que nos permite todo, que si patatín que si patatán. Creo que mi papá debería ser un poquito más como el suyo, en fin que diga misa, siempre y cuando no faltemos a nuestra cita quincenal con mi chingado abuelo.
Debería ser más seguida esa cita, no se… diario o por lo menos cada domingo, cada vez me cuesta más trabajo salir de esa casa. Al final del día sólo un fuerte abrazo, muchos besos, un par de monedas y la firme promesa de vernos dentro de dos domingos, resulta el único consuelo para la irremediable partida. En serio le agradezco que no le haya permitido a mi jefe que saliéramos a escondidas o con engaños, odiaría haberme perdido esos besos, esos abrazos y esos ahorros que tanto me han servido.

En estos días parece que el tiempo no camina en casa del abuelo, sigo comiendo golosinas y eligiendo la programación de la tv., escucho algunos buenos consejos aun sentado en sus rodillas y de vez en cuando me saca de un problemilla financiero; su botella de Jockey Club sigue con la loción al ras de la etiqueta como hace más de 30 años y por supuesto su cuello sigue despidiendo ese inconfundible aroma, el cual todavía llevo en el olfato y aun me llena de paz durante el interminable lapso de quince días.

viernes, 27 de noviembre de 2015

¿Existen?

Llegó el niñito hecho un mar de llanto. Al parecer había perdido, o estaba a punto de perder la inocencia.

—papá por favor dime la verdad. —la verdad es muy relativa, hay verdades como hombres en el mundo. Por eso tú tienes que hacer la verdad, no creerla. Las cosas existen sólo si crees en ellas. De lo contrario, se esfuman y muy probablemente no las vuelves a ver. Yo tenía tu edad cuando me dijeron semejante barbaridad y por un momento lo creí y también lloré, lloré y lloré, pues todo mundo me reafirmaba aquella infame calumnia que otro inocente me había compartido.

Pero llegó un buen día y todo se aclaró. Supe que tenía el poder de decidir si creer o no y creí, y por fin los conocí tal cual eran y supe también que yo formaba parte de ellos y de todo lo que hacen y acepté hacerlo. Lo hago cada año y el tiempo pasa igual de lento que cuando tenía 10 años. Yo esperé a que tú nacieras y me lo enseñaras, pero si tú lo quieres, puedes comenzar este mismo año y formar parte del maravilloso equipo de Melchor, Gaspar y Baltazar.

miércoles, 21 de octubre de 2015

HOME SWEET HOME

El clásico sobresalto por creer que caía, me confirmó que estaba a punto de quedar profundamente dormido, lo cual me hacía regodear sintiéndome merecedor de un buen descanso, luego de un arduo y estresante día de trabajo, el cual comenzó  en esta misma cama hace casi dieciocho horas cuando el cucú cantó a las cinco am. Así es 05:00 am. Tortura medieval.
Lamentablemente tiene que ser muy pero muy molesto, de otra forma no podría levantarme a esa maldita hora y no podría llegar a mi adorado trabajo. Luego de bancarme la levantada; vestirme elegantemente; desayunar como dios manda y hacer una fila descomunal, me encuentro con el primer favor de dios en el calvario que resulta mi trayecto a la oficina. Un asiento vacío, en el cual, puedo acomodarme casi a mis anchas, para ignorar roncando las infumables dos horas y media de berridos que venden, cantan, solicitan y asaltan por favor a los amables usuarios del autobús.
Gracias a dios llegué a la oficina sano y salvo, y con la misma cantidad de dinero con la que salí de casa. ¡Aaaah! Que lugar es la oficina. En el corazón de una colonia repudientisima; en el penúltimo piso de un edificio de cristal super moderno; con puertas automáticas; elevadores con llave y baños en los que se podría hacer una cirugía y huelen mejor que el cuello de un bebé. Bueno no tanto, pero casi. Todo de putamadre. Estaría en el cielo… Si no tuviera que hacer ese trabajo de mierda. Si no fuera por el café gourmet ya me habría tirado por la ventana hace mucho. Lo bueno que namás son ocho horas.
Home sweet home. Dos horas más de gym y podré decirlo al fin, aunque debería irme ya mismo para no estar soportando a está plana de neandertales que creen que por estar en un gimnasio está permitido ser sucio, ordinario y descortés. Gracias a dios traigo mis audífonos y hay pantallas por todas partes, así puedo ignorar a esta retahíla de papacitos y mamacitas y puedo hacer mis ejercicios como dios manda. A darle pues.

AL FIN CASA… Una deliciosa cenita orgánica, —ah que puto caro está todo lo orgánico— dos o tres capítulos de “la reina del sur”, acostadito en esta maravillosa cama, esto sí que es el paraíso, podría estar en ella todo el día. Sin dudarlo es la mejor parte del día y el momento del aterrizaje: lo mejor de lo mejor. Acurrucarme y hundirme por completo en su suavidad y calidez para comenzar esos clásico brincotes antes de caer por completo en los brazos de Morfeo ¡aaaahhh!. Pero todo antes de las once porque luego no me puedo levantar a las putas cinco de la mañana.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Pachanguero

Siempre me han gustado las fiestas, de las que sean, como sean y cuando sean. Desde niño iba a muchas fiestas, la mayoría eran para adultos pero eran igual de buenas, sino es que mejores que mejores que las de los niños, sobre todo cuando eran en alguna casa y mi mamá y todas las mamás de mis primos se juntaban para originar la fiesta desde temprano, pues aunque la fiesta ya estaba pactada en fecha y horario, surgía desde cero. Unas señoras se encargaban de adornar en patio, colgaban festones y globos de colores de techos y paredes; ordenaban mesas y sillas parecidas a una formación militar y las pulían con manteles blancos, daba la impresión de que comíamos en una nube gigante. Las demás señoras se repartían en cocinas improvisadas a cocinar el banquete para un ejército de invitados, ellas inclusive. Todo aquello se llenaba de nubes de humo y vapor llenas de aromas deliciosos, comíamos el arroz por secciones, mientras nos jugábamos la vida corriendo entre ollas burbujeantes y anafres en brasas. Primero el aceite, luego las verduras, luego el arroz y por último el caldillo de jitomate. Todo sin echar un solo bocado. Aspirar aquellos humos saciaba el hambre hasta por ocho horas. Nunca podré olvidar aquel concierto de percusiones metálicas, voces militarizadas y pianolas de tacones y cascos de refresco. La fiesta aún no comienza, de hecho, falta mucho para que comience, pero mis primos, hermanos y yo llevamos festejando la infancia entera.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El embotellamiento

Estando solo en la soledad que un auto vacio puede otorgar, me dispuse a continuar con el extraordinario día que me había propuesto la noche anterior. Habiendo dejado en el colegio a mis hijos y armado de la dosis necesaria de amabilidad y alegría, eché a andar mi auto en busca de lo extraordinario, dejé pasar dos o tres autos y avancé
            Al parecer los otros cinco o seis que venían de tras, tomaron como un compromiso de mi parte la cesión del paso, así que arrancaron al miso tiempo, en un palmo de terreno lo suficientemente angosto como para trabarnos los unos a los otros y de la nada, hacer un EMBOTELLAMIENTO.
            Tremendo atorón de autos justo frente al colegio de mis hijos, con puros conocidos inmiscuidos, pero yo, todavía en mi modo de de ciudadano buenaonda, me hice lo más a la orilla, que el espacio me permitía, para no estorbar al otro auto que fungía de tapón. Avancé y avancé hasta quedar inmóvil impedido por los coches de enfrente, los cuales tampoco podían moverse.
            Redepente: gritos y manotazos, también de la nada, sobre un inadaptado quien, sin consideración alguna, posó su culo en el asiento de su auto, carente de reacción y consideración alguna sobre aquel terrible nudo que estaba ocasionando. Un colérico “SÍ, TÚ, MUÉVETE QUE ESTORBAS” acompañado de un largo índice acusador, justo en medio de sus cejas, hizo que el  incomprensivo automovilista reaccionara y se diera cuenta que toda aquella vorágine estaba dirigida en su contra.

            BURRO, PENDEJO, ESTUPIDO Y TARADO fueron los insultos que tuve que tragarme par adarme cuenta de lo desconsiderado y ruin de mis actos… así es, era yo. Nunca entendí, y seguro jamás entenderé el gran error cometido aquel martes pero sí que entendí, por fin, que si más de dos afirman, lo que sea, acerca de ti, es cierto, aunque no lo sea. Y una cosa más, cuando DECIDES tener un día deputamadre, simplemente lo tienes.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Mi amiga la redonda

Entonces Elisa entró por primera vez a su nueva casa, recorrió con la mirada la sala, caminó hasta la cocina y descubrió tras una puerta un pequeño jardín, el cual, por alguna extraña razón, la llamó de inmediato. Atendiendo instantáneamente la extraña llamada, abrió la puerta que le impedía la entrada y dio el paso que la reuniría con aquella parte de su vida, la cual había dado por terminada aunque jamás sacó de su corazón. Sin dar crédito de aquel hallazgo, de rodillas en el césped, tuvo un vez más la edad de 7 años.

—Ya es hora. ¿Por fin nos vamos? Uy que emoción, estoy ansioso por llegar a la tienda, tengo un buen presentimiento, pa mí que no duro ni dos días, comentaba en voz alta uno de los balones blancos que irían esa tarde a la tienda deportiva. Reluciente y en su caja, perfectamente bien empacado como sus demás compañeros, fue el primero en tomar su lugar en el rack destinado para balones económicos.

Con mucho entusiasmo respingó la nariz y se dispuso a esperar al pequeño que lo llevaría a conocer el mundo. Pasó el tiempo pero el niño no llegaba. Sin perder la fe, siempre manteniendo la frente en alto, aquel entusiasta balón seguía ocupando las primeras filas en espera de algún dueño, y sin importar las huellas dactilares que lo empezaban a cubrir, más las ligeras patadas y rodillazos que de vez en cuando le propinaban, conservaba la certeza de salir de aquella tienda feliz de tener un compañero.

La espera comenzó a convertirse en angustia un día miércoles, en el que escucho que sus días estaban contados, pues si para el próximo sábado no resultaba vendido, regresaría a la bodega sin la seguridad de poder salir. Más que nunca, se lució ante cualquier persona que se acercaba por donde él estaba y aunque sus esfuerzos resultaban, al parecer inútiles, nunca desistió. Faltando 10 minutos para el cierre de la tienda, cuándo se preparaba para continuar la lucha al día siguiente, las pisadas de unos pequeños tennis y el aliento sofocado de una pequeña en shorts, lo distrajeron de su trance y sin quitarle la vista de encima, vio como aquella niña se acercaba hacia él, apuntándolo con el índice, al tiempo que decía: ese. Inmóvil por la emoción, pudo contar cada una de las monedas, que aquella pequeña futbolista, sacaba de una vieja media de futbol. Terminado el conteo y pagado el precio, con un gran abrazo comenzaba su amistad.

Desde la primera noche fueron inseparables, pues una vez fuera de la caja, el balón durmió en los brazos de su inesperada dueña, quien sin poder dormir por la emoción, saltó de la cama más temprano de lo acostumbrado y antes que nada, echó su nuevo balón a la mochila, para que, a escondidas, se los presentara a todas sus amigas, contándoles una vez más aquel plan, —del que todas sabían— que llevó a cabo para poder comprar su primer balón. Así, éste se enteró de los escasos recursos y el arduo trabajo de su dueña por conseguirlo.

Habiendo librado la primera batalla, la de no ser descubiertos por alguna autoridad escolar, salieron de la escuela y fueron inseparables. Fueron al campo para su primer juego, y luego por el segundo y el tercero; pasaron lluvias, noches, retas, y muchísimos goles. No había otro compañero en la vida de Eli que supiera tanto de ella; ni que le diera momentos tan gratos. Eran el uno para el otro.

Todas las noches Eli lo ponía en su frente y le contaba todo lo que él había presenciado durante el día, lo aventaba de vez en cuando hacia el cielo y antes de dormir remarcaba su nombre —Eli— y el corazón que servía de punto a la i. Sin duda alguna eran los mejores amigos.

Una tarde, parecida a cualquier otra, Elisa jugaba con su balón y sus demás compañeros una cascarita, cuando de pronto llegaron unos chavos mayores que ellos a proponerles una reta, con gusto aceptaron y ganaron como todos unos campeones, lo cual no fue recibido de muy buen agrado por parte de los grandulones, quienes completamente frustrados, Despojaron a Eli de su amigo. El balón trató de poner resistencia y ella con esfuerzos sobrehumanos batalló hasta el cansancio. Pero fue inútil. El despojo fue inminente y el desconsuelo profundo. Los amigos habían sido separados.

Eli lloró un día entero su pérdida, aunque pudo reponerse y continuar con su vida, llevando siempre en su corazón a su primer balón, quien fue la inspiración para que Elisa dedicara su vida al fútbol.

Los grandulones jugaron un par de veces con el balón de Eli y en un juego callejero volaron el esférico, el cual después de algunos rebotes cayó en un camión de naranjas que lo llevó hasta la playa. Una vez allí, fue partícipe de un sinnúmero de partidos, hasta que fue decomisado por un gruñón al que le tiró su cuba de la mano. El hijo de aquel gruñón lo llevo de vuelta a la ciudad, donde vivió sin mucha actividad y dónde un día que rebasó la barda de un club deportivo, cayó sobre un camión de arena y terminó en los cimientos de un edificio comercial. Al parecer sus días habían terminado.

Mientras tanto, Elisa Farfán continuaba sus estudios y su carrera futbolera, sobresaliendo y llegando cada vez más lejos como goleadora. Su habilidad y sus años de preparación la llevaron a cumplir su sueño, encumbrándola, como fichaje del año, en la liga profesional de futbol femenil. No le bastó más que una temporada para consolidarse y como novata del año, firmó con uno de los más prominentes clubes de la liga.

Aquel importante club, previendo contrataciones, había mandado construir las casas de sus nuevas jugadoras, las cuales se ubicarían en un terreno antiguo, el cual quedó vacante tras la demolición de un edificio comercial de una empresa que lo vendió por haber ido a la quiebra. Durante la construcción de las nuevas casas, un grupo de albañiles que trabajaban en la obra, encontró un balón en los viejos cimientos, mientras rascaban y quitaban los escombros. Gustosos del futbol, lo arreglaron, le pusieron aire y disfrutaban de él en sus ratos libres, fue su mayor diversión mientras duró la construcción, la cual una vez terminada, quedó sola para esperar a sus nuevas moradoras.

El gran día llegó para Elisa Farfán, fue presentada en su nuevo club. Se puso la playera, hizo unas dominadas, dirigió unas palabras a la afición y en seguida vinieron las buenas nuevas. Al término de la presentación, le esperaba su padre y promotor con una buena camioneta y las llaves de una casa, regalos del club para su nueva joya. De inmediato subieron a la troca y corrieron a visitar la que sería desde ese día su nueva morada, una casa a todo lujo en aquel exclusivo fraccionamiento recién construido.

El padre de Eli abrió la puerta principal de la casa número 13 y entonces Elisa entró por primera vez a su nueva casa, recorrió con la mirada la sala, caminó hasta la cocina y descubrió tras una puerta un pequeño jardín, el cual, por alguna extraña razón, la llamó de inmediato. Atendiendo instantáneamente la extraña llamada, abrió la puerta que le impedía la entrada y dio el paso que la reuniría con aquella parte de su vida, la cual había dado por terminada aunque jamás sacó de su corazón. Sin dar crédito de aquel hallazgo, de rodillas en el césped, tuvo un vez más la edad de 7 años, pues en sus manos se encontraba un balón que habían olvidado unos albañiles en el jardín aquella casa, un balón que apenas alcanzaba a mostrar su color blanco y entre sus gajos negros, remarcado con plumón el nombre de una niña, quien usaba un corazón como el punto de la i, que llevaba su nombre Eli.