martes, 27 de diciembre de 2011

Me resisto a creer


Un día más en este sofá, en compañía de mi madre. Mis hermanos van y vienen pero mi madre y yo somos firmes, pues mi padre aún no llega y nos mantiene en está interminable espera.

Que tipo ha sido mi padre, un hombre recto; bastante bien parecido; mal encarado pero muy simpático; me hace la tarde verlo quitarse el sombrero después de atravesar por esa puerta que casi llena por completo. Su férrea disciplina, llega a pasar desapercibida cuando finjo estar dormido y él me besa para desearme buena noche o cuando orgulloso me despeina sin decir palabra alguna. Por supuesto que puede resultar trillado pensar que cuando sea mayor no me gustaría otra cosa que ser igual a él, y a pesar de ello ese es mi único deseo, tal vez sea por eso que no puedo quitarle la vista de encima cada vez que se encuentra cerca de mí y que no pueda sacarlo de mi cabeza cuando no está.

Mi madre, que es una gran señora, tan recta como el hombre de mi casa, me reprende cada que contempla una fotografía familiar, en la que invariablemente y a pesar de estar en primer plano, aparezco con el cráneo dado vuelta, mirando el rostro de papá. Según dice mi madre, se trata de una mala conducta, de ninguna manera digna de un infante de mi categoría, de nuestra categoría, además de no comprender el por qué de tan equivocada conducta.

Al parecer nunca podré explicarle la razón de tales sucesos, pues para ella sería necesaria una idolatría igual a la que se le profesa a Dios, para llevar a cabo un comportamiento semejante. Parece que tiene la respuesta en sus manos, aunque le resulta tan obvio, que lo descarta por completo. Tal vez sería tanto como una blasfemia.

He perdido algunos recuerdos de él,  aunque la ilusión de verlo parado junto al perchero colgando su sombrero, es la misma de todos los días. No resisto las ganas de correr hacia la puerta en cuanto lo escuche y quedar congelado, como siempre, a un metro de distancia de sus piernas, que ponga su mano sobre mi mejilla y continúe su marcha hacia el tocadiscos. Su música es un poco extraña, pero es música para mis oídos.

Por fin la espera terminó, aprovechando los anuncios y sin piedad alguna, mis hermanos me informaron que mi padre no tocará más sus discos de música extraña ni volverá a despeinarme al sentirse orgulloso de mí.

Cómo puede ser posible...

Viendo tv en un sofá, en compañía de mi madre, me tomó por sorpresa la muerte de mi padre. Yo que siempre estuve tan atento de su presencia. No poder creerlo sería falso de mi parte, pero es que… No puedo creerlo. Hace ya 30 años de eso y sigo aquí, en el mismo sofá, acompañado de mi madre.

jueves, 15 de diciembre de 2011

por que le sigo yendo al América


Dice Jorge Valdano, palabras más palabras menos, que el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes. Y creo que tiene razón. Al ser un deporte que para ser jugado sólo requiere talento y pasión, ha podido llegar a los lugares más recónditos del planeta para despertar, precisamente, las pasiones más suigéneris, traspasando las barreras de la cordura y la razón. 

Y la pasión por un equipo de fútbol puede llegar hasta tales magnitudes. No importa si es de tabla alta, media o baja, es tu equipo y se acabó; lo que pueda hacer cada domingo dentro del rectángulo es lo que importa. Te hace llegar los lunes altivo o cabizbajo, te hace perder o ganar grandes fortunas o humillaciones, te hace hablar tu mejor discurso en los grandes debates, desarrolla tu capacidad analítica y te ilusiona toda la semana hasta que vuelve el domingo. 

Hace ya algún tiempo que mi equipo no me hace sentir casi ninguna de las anteriores, ya ni siquiera la rabia de verlos perder ante el acérrimo rival, pues el ver volar las cenizas de un ave que volaba muy alto, no trae más que una lisa y llana decepción, ni más ni menos.

Entonces, por qué le sigo yendo al América; a un equipo que ha hundido a su afición en la más peligrosa de las depresiones, a un equipo apetetado, anodino, que sale a todo menos a jugar fútbol, que privilegia el negocio y deja en segundo término el fútbol, el que ahora parece todo un fiasco, digo parece, porque a pesar de lo anterior, le sigue poniendo sabor al caldo. 

El América es “El equipo”. El equipo a vencer, el más odiado, el que gana con una derrota los titulares de los periódicos, el que está en boca de todos, el que no puede faltar. Sin importar cómo juegue, el Club América es noticia, ya sea por un logro o un fracaso, por un alta o una baja, por una pifia o un chispazo. 

Me ha encantado como sus principales detractores le ruegan al ser supremo que terminen ya, y de una vez por todas, los peores días de su némesis, pues los análisis se tornan cada día más aburridos si se deja de hablar del América, ya sea por haber ganado con la ayuda del árbitro o tener algún arreglo con alguno de sus hermanos menores; por alguna contratación “bomba” o simplemente porque han dado cátedra del juego, como en los viejos tiempos.

Cómo dejarle de ir al equipo que da vida al fut nacional, el indispensable, el que puede provocar todo menos indiferencia, el que desde pequeño me ha obsequiado muchas de las mayores alegrías de mi infancia y de mi vida, además de las mejores rabietas y berrinches que he protagonizado —desde lanzar injurias hasta destrozar cosas varias—, tras campeonatos, bicampeonatos, tricampeonatos; finales perdidas; goleadas en los clásicos, a favor y en contra; jugadores leyenda y verdaderos fiascos, tanto nacionales como extranjeros, con vistosos uniformes, con espantosos uniformes, con Cuauhtémoc Blanco, con Inolvidables momentos junto a mi papá y mis amigos y ahora con mi hijo —quien será testigo de cómo surge el ave de entre sus cenizas—, momentos que no podría compartir con ningún otro equipo. Americanista nací y chiva, azul, puma, o qué más da cualquier otro, moriré, pues no permitiré, bajo ninguna circunstancia, que muera algún americanista.

Además, como bien dice Eduardo Galeano: “En su vida, UN HOMBRE puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”. 

“Vaaaaaamos, vamos Améeeeerica, que esta taaaaarde tenemos que ganar”.