Un día más en este sofá, en compañía de mi madre. Mis hermanos van y vienen pero mi madre y yo somos firmes, pues mi padre aún no llega y nos mantiene en está interminable espera.
Que tipo ha sido mi padre, un hombre recto; bastante bien parecido; mal encarado pero muy simpático; me hace la tarde verlo quitarse el sombrero después de atravesar por esa puerta que casi llena por completo. Su férrea disciplina, llega a pasar desapercibida cuando finjo estar dormido y él me besa para desearme buena noche o cuando orgulloso me despeina sin decir palabra alguna. Por supuesto que puede resultar trillado pensar que cuando sea mayor no me gustaría otra cosa que ser igual a él, y a pesar de ello ese es mi único deseo, tal vez sea por eso que no puedo quitarle la vista de encima cada vez que se encuentra cerca de mí y que no pueda sacarlo de mi cabeza cuando no está.
Mi madre, que es una gran señora, tan recta como el hombre de mi casa, me reprende cada que contempla una fotografía familiar, en la que invariablemente y a pesar de estar en primer plano, aparezco con el cráneo dado vuelta, mirando el rostro de papá. Según dice mi madre, se trata de una mala conducta, de ninguna manera digna de un infante de mi categoría, de nuestra categoría, además de no comprender el por qué de tan equivocada conducta.
Al parecer nunca podré explicarle la razón de tales sucesos, pues para ella sería necesaria una idolatría igual a la que se le profesa a Dios, para llevar a cabo un comportamiento semejante. Parece que tiene la respuesta en sus manos, aunque le resulta tan obvio, que lo descarta por completo. Tal vez sería tanto como una blasfemia.
He perdido algunos recuerdos de él, aunque la ilusión de verlo parado junto al perchero colgando su sombrero, es la misma de todos los días. No resisto las ganas de correr hacia la puerta en cuanto lo escuche y quedar congelado, como siempre, a un metro de distancia de sus piernas, que ponga su mano sobre mi mejilla y continúe su marcha hacia el tocadiscos. Su música es un poco extraña, pero es música para mis oídos.
Por fin la espera terminó, aprovechando los anuncios y sin piedad alguna, mis hermanos me informaron que mi padre no tocará más sus discos de música extraña ni volverá a despeinarme al sentirse orgulloso de mí.
Cómo puede ser posible...
Viendo tv en un sofá, en compañía de mi madre, me tomó por sorpresa la muerte de mi padre. Yo que siempre estuve tan atento de su presencia. No poder creerlo sería falso de mi parte, pero es que… No puedo creerlo. Hace ya 30 años de eso y sigo aquí, en el mismo sofá, acompañado de mi madre.