El adquirir deudas es una actividad cotidiana, en la que el deudor se beneficia de manera inmediata y adquiere el compromiso de pagar el precio posteriormente. Este compromiso debería ser firme y serio, pues el acreedor cree como firmes y serios los motivos del deudor para adquirir la deuda.
He dicho debería porque a mi parecer no es así.
En un libro de autoayuda, de esos que hace un par de años juraba rotundamente nunca leería y que acabo de leer, afirma el autor, Tony Robins, que la vida te dará cualquier cosa cuyo precio estés dispuesto a pagar, pero generalmente uno está dispuesto a pagar precios al alcance del menor esfuerzo. Una vez leído lo anterior, atacado por la euforia de nuevas ideas creí que estaba totalmente en lo cierto, como dijeran Lucas y el Chaparrón, aunque unos días después, reflexionando un poco, pensé que en realidad no se está tan dispuesto a pagar por los deseos, ni los más sencillos ni los más fervientes, de tal manera que no se hace un compromiso ni firme ni serio para pagar todo aquello que uno ha obtenido y está por obtener.
Me refiero en general porque tengo la impresión de que la gran mayoría se encuentra en dicha situación, pues hay muy pocos que al estar dispuestos, pagan el precio y obtienen exactamente lo que pidieron, por lo cual consideran que el precio valió la pena. Pero fuera de esos pocos, estamos los demás, los que en el afán de tener y pensar que lo merecemos todo por nuestra linda cara, adquirimos un montón de deudas que se vuelven imposibles de pagar y no me refiero sólo a tarjetas de crédito, tenemos deudas sentimentales, laborales, personales, profesionales, sociales; adquiridas casi todas de manera inconciente.
Por lo tanto, vivimos pensando que la vida no alcanza para pagar por aquello que tanto anhelamos, sin darnos cuenta que existe una forma de reestructurar las presentes deudas tanto para pagarlas como para invertir en aquello que consideramos impagable y principalmente adquirir conciencia de que para obtener lo deseado sólo hay que comprarlo, de contado o en plazos y el costo generalmente viene en renuncias, en replanteamientos, en riesgos, en tolerancia, en trabajo arduo, en disciplina y en algunas ocasiones en pesos o euros o el circulante en turno. Sólo hay que mirar con atención la etiqueta para conocer el precio adecuado, así sabremos si nos alcanza, o si debemos hacer algo más para juntar el monto de esa cosa que, con tanta pasión, queremos.
Entonces, reestructuremos, cambiemos la percepción para captar el monto adecuado de aquello que deseamos; miremos desde otro ángulo las grandes ofertas y descuentos de todo aquello que hemos decidido es imposible tener. Reprogramemos el presupuesto para no gastar exorbitantes sumas en nimiedades y ahorremos para tener la tranquilidad de haber pagado las deudas.
Sumemos capital a nuestra voluntad y esos deseos que se ve ven lejanos, talvez sean mas accesibles de lo que pensábamos. cierto???
ResponderEliminarcierto. en pocas palabras: hay que chingarle
ResponderEliminarMe encanta tu planteamiento. De hecho la comparación nunca se me había ocurrido, pero creo que aquí le das al clavo de por que la felicidad nos elude tanto.
ResponderEliminarSi la felicidad, la paz mental, el bienestar familiar y todas las cosas que nos preocupan y que tanto anhelamos no son otra cosa que estados mentales; entonces el monto total de tus deudas (financieras, morales etc.) es el mejor indicativo de la distancia que te separa de la felicidad.
Esos estados mentales solo se pueden alcanzar pensando de una manera especifica en la que se trabaja duro e inteligente mente para alcanzar las metas.
Me atrevo a decir que así como los estornudos, el cuerpo cortado y una nariz moquienta son los síntomas de la gripe, las deudas son los síntomas de una forma de pensar inadecuada para cualquiera que aspire a la felicidad.
Valdría la pena hacer un experimento y ver si en el momento que no se tienen deudas se alcanzan los estados de animo mas codiciados por todos.
o si las deudas que se tinen significan una carga aplastante o una herramienta.
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